No es una hipótesis. Es una realidad. Cuenca, en especial su Centro Histórico vive un avanzado proceso de gentrificación, para algunos un término desconocido; para otros, enterados pero pasado por alto, o visto como sinónimo de desarrollo.
La gentrificación “Se manifiesta como un proceso de transformación urbana donde barrios tradicionales son revitalizados, atrayendo a residentes con mayor poder adquisitivo y desplazando a la población local. Este fenómeno se caracteriza por el aumento de los precios de la vivienda, la llegada de nuevos negocios y servicios dirigidos a un público más acomodado, y cambios en la composición social y cultural del barrio”.
La información difundida por El Mercurio da cuenta de aquel fenómeno, expuesto hacía muchos meses, pero pasado por desapercibido, incluso negado por las autoridades.
La declaratoria de Patrimonio Cultural trajo consigo un inusitado anhelo por revitalizarlo, con mayor razón tras la regeneración urbana cuya marca está en calles, plazas, parques y en otros espacios públicos, habiendo contribuido también la inversión privada para reconstruir casas patrimoniales y convertirlas en hoteles, hostales, restaurantes, o arrendarlas para el comercio en general.
Según los estudiosos de la temática urbana, y para quienes no siéndolo, pero lo palpan, lo sienten, aquel dinamismo ha implicado el desplazamiento de los habitués tradicionales.
Las viviendas, muchas inventariadas como patrimoniales, son arrendadas a valores altos. Otras sirven como Airbnb, una modalidad del turismo informal. Aumentan los centros de diversión nocturna.
En suma, un Centro Histórico, como el de Quito, vaciado de hogares. Las familias primigenias pueblan, por lo general, los espacios urbano-rurales.
Tampoco es un fenómeno exclusivo de ese sector de la ciudad. Hay otros, cuya gentrificación es evidente. He allí un problema para ser analizada a fondo, comenzado por la administración municipal.