La inestabilidad ha marcado el rumbo del ministerio de Gobierno desde cuando el presidente Daniel Noboa asumió la presidencia en noviembre de 2023.
No pudo ser menos sintomático cuando el radiodifusor Álvaro Rosero, designado el martes para ese cargo, ni siquiera lo juramentó y desistió 48 horas después.
Para muchos, la decisión de Rosero es oportuna; pues, a más de no tener el perfil para desempeñar una función clave en la relación Ejecutivo-Legislativo y con los variopintos sectores políticos, fue cuestionado tener deudas pendientes con el IESS.
Noboa, apremiado por la urgencia, se decidió por lo más práctico: sacar de la Asamblea Nacional a Nataly Morillo y designarla ministra de Gobierno.
El de ella, es el séptimo nombramiento para esa cartera de Estado, en la cual, quizás el más probo resultó ser José De la Gasca.
Ligada al campo de la comunicación en el CNE, la CNT y el ministerio de Gobierno durante la época de María Paula Romo, la flamante ministra anticipó algunas líneas de su gestión: promover el diálogo político y fortalecer la democracia.
Y, en verdad, el gobierno de Noboa, tras el fracaso electoral, está obligado a tender puentes, en especial a sostenerlos, primero con los asambleístas independientes sin cuyo aporte no hubiera podido conformar una mayoría, aunque débil, en la Asamblea.
Segundo, con las organizaciones sociales, por ahora envalentonadas por haber liderado el No en la consulta y referendo.
No hay certezas de si tras la decisión popular, Noboa busque sacar adelante ciertas propuestas, que pensaba ejecutarlas con una nueva Constitución, para lo cual la nueva ministra jugará un rol importante.
Cuanto haga para no repetir la gestión inocua de Zaida Rovira le permitirá salir adelante.
Habilidad política, saber escuchar al otro, capacidad para negociar con transparencia, no ser condescendiente en todo con el presidente, son factores claves en un ministro de Gobierno.




