Estaba previsto: la política antimigratoria, las redadas y deportaciones masivas en contra de los indocumentados, el cierre definitivo del paso mortal por la selva de El Darién, ha frenado la ola migratoria, al margen de la ley, hacia los Estados Unidos.

Según las autoridades estadounidenses, “la reducción de cruces migratorios de ecuatorianos en las fronteras entre su país y México fue del 90 % entre el año fiscal 2024-2025”. 

El año fiscal en EE.UU. termina en septiembre. En consecuencia, hasta este mes de 2025 apenas 12.959 ecuatorianos fueron detectados en dichas fronteras. En 2024 fueron 124.023.

El fenómeno migratorio irregular también ha sido restringido al máximo por la negación al asilo, el mecanismo mediante el cual miles de migrantes ecuatorianos lograron ingresar a territorio americano; igual por las restricciones administrativas y las violaciones al debido proceso, aplicadas por el gobierno de Donald Trump, según advierten organizaciones ligadas al teman migratorio.

A la par –así se sobrentiende–, el tráfico de ilegales al que se dedicaban los llamados “coyotes”, cuya cadena incluía a similares de países centroamericanos, habría caído de manera tácita. Se derrumba un negocio que les dejó grandes ganancias, aunque también, y es lo paradójico, ayudaron a miles a llegar a la gran potencia y lo aprovecharon. 

La política de Trump en contra de los indocumentados, en especial las redadas, ha logrado disuadir a quienes seguían buscando el “sueño americano”, la tan ansiada reunificación familiar, por su puesto entre los “sin papeles”.

Empero, el lado adverso de esa moneda son las detenciones y posterior deportación de los migrantes en condiciones indignas, sin un debido proceso, estigmatizados, familiarmente divididos, y lo peor, sin mayor esperanza en los países de origen.

Nadie querrá, sin cumplir la ley migratoria americana, intentar llegar a EE.UU. Sería un suicido.