

Dra. Paola Pila Guzmán, analista política
El 24 de mayo se conmemora en Ecuador la Batalla del Pichincha. Este evento histórico fue un hito en el proceso de independencia de nuestro país. Por su relevancia, desde hace algunos años en esta fecha se realiza la posesión de las más altas autoridades de gobierno.
El 24 de mayo de 2025 fue un día inusual, un sábado en el que muchas personas estuvimos atentas a las pantallas para enterarnos de los acontecimientos alrededor de la puesta de la banda presidencial a Daniel Noboa en el edificio de la Asamblea Nacional en Quito.
Algunas de las primeras tomas fueron las de la alfombra roja en la entrada, por ella recorrían los invitados: autoridades del gabinete, asambleístas, invitados nacionales e internacionales.
Quizá entre lo más auspiciado estuvo la presencia del presidente de Colombia, Gustavo Petro. Su entrada fue casi sobre las 11 am, con poca escolta, pero con una gran bienvenida.
Minutos antes, otra invitada, la presidenta de Perú, Diana Boluarte.
Y quizá muchos nos quedamos esperando, pero no llegaron más mandatarios, ni latinoamericanos ni los recientemente visitados por Noboa en Europa y Medio Oriente.
Minutos más tarde, se encendían las cámaras y se armaba un alboroto, la familia presidencial llegaba. De colores claros y contrastes obscuros y violeta, llegó Lavinia Balbonesi, Daniel Noboa y los dos pequeños (a ratos caminando y a ratos en brazos de su mamá), mostrando con intención (o algunos creen que no) la imagen de la familia tradicional ecuatoriana con roles bien definidos.
Al ingreso: los aplausos, las solemnidades, los asientos dispuestos para crear un ambiente cercano y familiar.
Inició la sesión con las palabras de Niels Olsen, organizando, sonriendo, solicitando al secretario avanzar con los puntos del orden del día.
Un discurso de buena voluntad, de agradecimiento y de confianza con el ejecutivo.
El reconocimiento al trabajo de cuidados que hizo la vicepresidenta Pinto como ministra y que debería seguir haciendo como vicepresidenta.
La juventud como una característica de cambio y, sobre todo, como una característica del nuevo presidente, de su capacidad y de los planes de renovación para el país.
Si algo se pudo observar de Olsen, fue su carisma y su sonrisa, que definitivamente fortalecen su imagen política.
Llegado el momento, la imposición de la banda, la insignia y la intervención del primer mandatario electo.
Los analistas, periodistas y la ciudadanía estaban atentos, en primer lugar, a los minutos que duraría su discurso, pues nos ha tenido acostumbrados a no más de 10 minutos.
En segundo lugar, a lo que diría. Para sorpresa de muchos, el mandatario habló más de 20 minutos con soltura en la mayor parte de su intervención, sosteniendo varias ideas relacionadas sobre todo con el cambio, el dejar atrás a las viejas oligarquías (un concepto que habría de comentar su uso), la seguridad, los bonos, la familia y la juventud.
Hizo alusión a un autor alemán y hasta recitó una frase en dicho idioma asombrando a los presentes.
También recordó una frase de un emperador romano. El presidente mostró de esta forma su internacionalidad y conocimiento sobre el arte escrito de lo político.
Sin embargo, poco se dijo sobre lo nacional, la interculturalidad y la riqueza ecuatoriana, algo que quedó evidentemente fuera de su discursividad y por lo tanto nos hace preguntarnos ¿qué opinan los colegas indígenas que han decidido apoyarlo?
Finalmente, luego del subidón de adrenalina y los aplausos, se vieron las manos entrelazadas del presidente de la Asamblea, el presidente de la República y la Vicepresidenta.
Una imagen potente pues mostró la cercanía y confianza entre los poderes ejecutivo y legislativo del Estado. Y algo que para quienes somos ecuatorianos lo entendemos muy bien, una buena relación con la vicepresidenta.
Después de este episodio casi onírico para Noboa, como ciudadanos deberíamos estar atentos a la consolidación de un plan nacional de orden político, económico, social y cultural.
Temas que poco o nada fueron tratados en los discursos, pero que no pueden dejarse de lado para el inicio de una gestión.
Esperamos, además, que, si bien la transmisión del evento no fue de la mejor calidad, que al menos se pueda mejorar la comunicación del ejecutivo para enterarnos qué hace, cómo y con quiénes.
La fiesta democrática ya pasó, el protocolo también, es momento de ver las acciones y pedir evidencias de ellas. (O)