
El río Paute registra este año un caudal promedio de 182,45 metros cúbicos por segundo (m³/s), el más alto desde 1983, cuando comenzaron los registros. Esta cifra marca un hito en su comportamiento hídrico.
El segundo caudal más alto registrado fue en 1994, con 173,3 m³/s. En años recientes se destacan: 149,92 en 2019; 149,08 en 1999; 147,33 en 2015; y 146,14 en 2008. Las cifras de 2025 superan incluso esos picos excepcionales.
El río Paute alimenta el Complejo Hidroeléctrico Paute Integral, conformado por las centrales Mazar, Paute–Molino y Sopladora. Estas generan alrededor del 38 % de la electricidad consumida en todo el Ecuador.
La crecida del Paute también se refleja en los embalses. Mazar, por ejemplo, registra un promedio de 139,91 m³/s, el más alto desde 2010. En comparación, en 2011 fue de 101,21 y en 2019 se ubicó en 102,11.
El caudal de Amaluza es también el más alto en la historia: 174,87 m³/s. En 1994 fue de 173,73; en 1999 de 149,08; en 2015 de 147,34; y en 2008 de 146,15. Los niveles de este año superan todos los registros anteriores.
Algo similar ocurre con el caudal de Sopladora, que alcanza los 114,34 m³/s. En años recientes fue de 108,24 en 2021; 103,9 en 2019; 102,58 en 2020; 101,91 en 2022; y 97,32 en 2018, lo que confirma una tendencia ascendente.

Cotas
La cota del embalse Mazar llegó a 2.152,32 metros sobre el nivel del mar (msnm), su punto más alto desde 2010. El valor se aproxima a su capacidad máxima, que es de 2.153 msnm, lo que evidencia una recuperación del almacenamiento hídrico.
En la represa Amaluza, la cota alcanzó los 1.990,03 msnm, también la más alta desde su creación. Está muy cerca del límite máximo permitido, de 1.991. La cota de Sopladora se ubica actualmente en 1.315,72.
La central hidroeléctrica Minas–San Francisco, situada entre Azuay y El Oro, también refleja una notable mejoría. Se encuentra junto a la vía Cuenca – Girón – Pasaje y ha mostrado una recuperación similar a las otras centrales.
Su caudal promedio anual es de 96,92 m³/s, el más alto en toda su historia operativa. La cota alcanzó los 790,81 msnm, muy próxima al límite de 792,86. Estos valores no habían sido registrados hasta el momento.
Esta central, que opera desde el 1 de noviembre de 2018, recibe agua de los ríos Jubones y San Francisco. Su aporte al sistema energético nacional se sitúa entre el 3 % y 4 % de la demanda total del país, según datos oficiales.
Lluvias
A diferencia del año pasado, marcado por una intensa sequía, en este 2025 se han registrado lluvias frecuentes que han revitalizado el ciclo del agua y permitido la recuperación de ríos, embalses y reservas naturales.
Según el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi), el debilitamiento del fenómeno de El Niño y la transición hacia condiciones climáticas más neutras han favorecido las lluvias en la sierra sur del país.
Las precipitaciones también han beneficiado al agro. En Azuay, los cultivos muestran un mejor desarrollo y los pastizales han reverdecido. Esto ha reducido costos de producción para agricultores y ganaderos de la zona rural.
Sequía en 2024
Cuenca enfrentó una histórica sequía hidrológica en 2024, con 160 días sin lluvias significativas. Esta crisis culminó el 20 de diciembre y provocó graves problemas, incluyendo cortes prolongados en el suministro de agua potable.
La Junta Administradora de Agua Potable y Saneamiento (JAAPyS) Proyecto Nero, que abastece a unas 40.000 personas, suspendió el servicio por más de un mes. Fue una de las más afectadas por la baja extrema en fuentes hídricas.
Otras JAAPyS, como las de Baños, Chiquintad, Checa, Cumbe y Victoria del Portete, también sufrieron interrupciones. Incluso cantones rurales de Azuay reportaron problemas graves para abastecerse de agua potable durante semanas.
La Empresa de Telecomunicaciones, Agua Potable y Alcantarillado (ETAPA EP), la más grande proveedora de agua en Cuenca, activó planes de contingencia para reducir el riesgo de cortes.
Por la sequía, el caudal del río Tomebamba, por ejemplo, descendió por debajo de los 0,60 m³/s, cuando su promedio normal ronda los 6,5. Esta caída afectó no solo el consumo humano, sino también los ecosistemas urbanos e infraestructura.
La prolongada sequía tuvo también un fuerte impacto en la producción lechera. Grandes extensiones de pastizales se secaron, reduciendo la disponibilidad de alimento para el ganado y elevando los costos operativos del sector.
Antes de esta crisis, los productores lecheros de Cuenca generaban unos 250.000 litros diarios. Luego de la sequía, esa producción cayó en un 40 %, golpeando fuertemente la economía de muchas familias rurales. (I)
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