A las 11:45, cuando la puerta de madera del comedor comunitario de San Roque, en el sur de Cuenca, se abre, una fila silenciosa pero cargada de historias avanza con paciencia. Afuera, el sol golpea; adentro, el aroma del caldo de pollo recién servido anuncia que, por unas horas, nadie tendrá que preocuparse por el …







