El ritmo diario que imponemos los padres a nuestros hijos es a velocidad de vértigo. Después del horario normal de clase, a toda prisa, sin terminar el almuerzo, con la lengua afuera, los llevamos al inglés, futbol, coro, danza, piano. Como si quisiéramos devorar el tiempo, sin dejar una miguita de ese divino tesoro para …




