El desvanecimiento de la ambición: La jubilación, una de las etapas en la vida de la gente

La humanidad ha formulado, permanentemente, recomendaciones para vivir bien, para alejar al sufrimiento y al dolor. Sin embargo, pese a su importancia histórica, las civilizaciones han sido impulsadas también por aspiraciones de conquista, dominio y sometimiento a los otros y a la naturaleza. Ese impulso poderoso, es un elemento de progreso y desarrollo irrefrenable y no siempre benéfico, sin el cual, la condición humana no puede comprenderse. Ese impulso, también es por añadidura un factor de dolor, sufrimiento, muerte y extinción.

Quizá, en la vida de los individuos, el paso del tiempo permite comprender mejor la sabiduría de las propuestas filosóficas y religiosas, que exhortan a abandonar el deseo y la ambición, como caminos para dejar de lado también la pena y la angustia.

Tal vez, en algunos casos, la experiencia individual del alejamiento del sistema que organiza y gestiona el poder en el mundo, la jubilación, permite tener una nueva perspectiva del valor de la filosofía moral. Quizá, luego del deslumbramiento y ambición por el poder y su búsqueda a lo largo de toda una vida, estamos listos en la mayoría de los casos, para comprender su lado negativo y el dolor que conlleva. Tal vez, lo podemos hacer porque también la evidencia de la muerte, es otro factor que relativiza la ambición y muestra la banalidad del desmedido anhelo de lo material.

Etapas en la vida

Algunos comparan la etapa de la gestación con el paraíso perdido, porque ahí, en el vientre materno, arrebujados y cuidados por un universo confabulado para protegernos y permitirnos ser, experimentamos un estado de bienestar máximo

Desde la concepción o inicio de la vida de los seres humanos, hasta la muerte como momento final de la existencia física, las personas pasamos por etapas caracterizadas cada una de ellas por aspectos específicos.

En el vientre materno, el ser humano ya con identidad genética única, se desarrolla y cambia constantemente. El cambio no es atributo exclusivo de esta etapa, sino es un elemento consustancial a la vida en todas sus manifestaciones y al universo en general. Como seres humanos cambiamos hasta el instante de la muerte física que también es un momento de transformación material y espiritual.

En la gestación, la madre se encarga de casi todo. Estamos como en una cápsula, protegidos, alimentados orgánica y emocionalmente por ella, por el entorno familiar y por el de los amigos. Es una época apacible para el ser humano que, pese a los avatares de la vida externa, permanece resguardado de esas vicisitudes, porque así está concebido o programado por la intrincada red de elementos interactuantes que tienen como objetivo mayor a la vida.

Algunos comparan la etapa de la gestación con el paraíso perdido, porque ahí, en el vientre materno, arrebujados y cuidados por un universo confabulado para protegernos y permitirnos ser, experimentamos un estado de bienestar máximo porque todas nuestras necesidades están resueltas por la madre, representante de la divinidad o de la evolución, que cumple con el objetivo de traernos al mundo para que continuemos en el trayecto vital de la existencia.

Eso que acontece con los seres humanos, también pasa con las otras criaturas y está marcado por el dramatismo, magnificencia, misterio y delicada presencia del inicio de la vida de todos nosotros… plantas, animales y seres humanos.

Luego de la gestación en el vientre materno, vienen las otras etapas de la vida: infancia, adolescencia, juventud, adultez, vejez y muerte.

La jubilación, una etapa cultural y algunos de sus efectos

Aunque todas las otras etapas también son culturales, porque son el producto de clasificaciones de la psicología y de otras perspectivas humanas, abordaré el tema de la jubilación como una etapa de la vida que no está solamente relacionada con la edad, sino también con el mundo del trabajo del individuo y su posterior alejamiento.

El individuo al dejar de pertenecer a un espacio productivo, se encuentra socialmente “por su cuenta”, sus vínculos laborales ya no existen y eso puede causar perplejidad y desconcierto.

La jubilación es una categoría jurídica con particularidades propias, que conecta el período de la actividad profesional de las personas, con el momento en que se detiene y con su futuro. El individuo deja de formar parte de los ámbitos laborales y cesa su actividad productiva. El sistema contempla su derecho a recibir una remuneración mensual, sin que continúe realizando las actividades previas, pues se considera, por una serie de razones, que la persona debe alejarse de su activa participación laboral en el sistema social.

Retirarse, descansar. Disponer de tiempo para reflexionar y otros argumentos son los fundamentos que justifican la existencia de la institución de la jubilación.  

Es probable que existan algunos efectos que son comunes a la gran mayoría de jubilados: una cierta tranquilidad producto de la certeza de recibir una remuneración mensual. Como correlato de esta circunstancia, pueden presentarse limitaciones económicas, producto de que ya no se generan más recursos y se depende de la pensión asignada.

Además, el individuo al dejar de pertenecer a un espacio laboral, se encuentra socialmente              “por su cuenta”, en un escenario casi desconocido, en el cual la reinserción al núcleo familiar es una de sus consecuencias. Se vuelve al hogar con un nuevo rol, no tan claro en muchos casos. Este nuevo escenario puede ser complejo emocionalmente tanto para el jubilado como para su familia.

La jubilación de los ámbitos laborales, le ubica al individuo fuera de ellos y eso puede producir una cierta sensación de desamparo, porque no es más responsable de ningún proceso o función, circunstancia que, de alguna manera, le otorgaba sentido y valor a esa etapa de su vida. Fuera del sistema profesional, nadie depende de él, porque la gestión que realizaba cuando pertenecía laboralmente a la organización social, la ejecuta otro. Esta situación puede ser añorada y también causar angustia y perplejidad.

En esta etapa de la vida, en la jubilación, se aprende a valorar algunas características necesarias para estar y seguir siendo, que antes, tal vez eran menospreciadas. Se comprende que no somos el centro de nada y sí partes del todo. Llegamos a entender que el control sobre las situaciones y las cosas no es más un objetivo y, en su lugar, se impone la necesidad de desarrollar control sobre nosotros mismos.

La ambición, el poder, el dinero y otras cosas que tuvieron sentido antes, se desvanecen y, dejan de tenerlo.

Es como si la fuerza de las nuevas circunstancias se impusiera indetenible sobre las antiguas formas de vida, conectadas con las necesidades de un modelo civilizatorio producto de la industrialización y tecnologización, que requieren el aporte de individuos funcionales con objetivos personales de poder y control.

El abandono del deseo que propone el budismo, adquiere más sentido en estas edades y circunstancias. Acontece lo mismo con las amonestaciones del cristianismo que plantea dirigir la ambición hacia temas de trascendencia y mejoramiento o con las exhortaciones del taoísmo que predica el rechazo del deseo que lleva al sufrimiento e impide la comprensión del camino.

Para concluir debo decir que existe una conexión estrecha entre el espíritu de la filosofía y la religión con el estado de ánimo al que se llega, de manera casi forzada, cuando dejamos el sistema productivo y nos encontramos solos con nosotros mismos… con nuestro pasado, actual presente y futura muerte.

Existe una conexión estrecha entre el espíritu de la filosofía y la religión con el estado de ánimo al que se llega, de manera casi forzada, cuando dejamos el sistema profesional y nos encontramos solos con nosotros mismos… con nuestro pasado, actual presente y futura muerte.

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