
El acné es mucho más que una afección cutánea pasajera, es una de las enfermedades dermatológicas más prevalentes en el mundo, con repercusiones que trascienden lo físico. Según la American Academy of Dermatology (AAD), más del 85 % de los adolescentes entre los 12 y 24 años presenta algún grado de acné, y al menos un 15 % de los adultos continúa desarrollando brotes incluso después de los 30 años. Estas cifras lo posicionan como un problema de salud pública que requiere atención médica seria y tratamiento oportuno.
Pero más allá de las estadísticas, el acné tiene un impacto psicosocial profundo. Diversos estudios han documentado cómo esta condición puede desencadenar baja autoestima, ansiedad social e incluso cuadros depresivos clínicos. De hecho, la AAD señala que 1 de cada 5 personas con acné severo experimenta síntomas depresivos. En adolescentes etapa de formación emocional y social el efecto es aún más significativo: interfiere con el desarrollo de su identidad, afecta sus relaciones interpersonales y puede limitar su participación en espacios escolares o recreativos.
En la era digital, donde la imagen personal adquiere un peso relevante en redes sociales y entornos laborales, el acné también se ha convertido en una causa creciente de autoexigencia estética y estrés emocional, especialmente en jóvenes adultos. Esta presión puede derivar en prácticas peligrosas de automedicación, uso de productos no regulados o abandono del tratamiento dermatológico.
Esta realidad ha llevado a especialistas a replantear el enfoque con el que se trata el acné. Ya no se trata simplemente de una “etapa pasajera” o una “cuestión estética”, sino de una condición médica multifactorial y crónica que requiere un abordaje integral. Desde el entorno hormonal y genético, hasta el impacto del estrés, la calidad del sueño, el entorno urbano o el microbiota cutáneo, hoy entendemos que el acné responde a una compleja red de factores internos y externos, que deben ser abordados de manera coordinada por dermatólogos, endocrinólogos y profesionales de la salud mental.
Según el Dr Rolando Espinoza “Estamos frente a una condición que debe entenderse con la misma seriedad que cualquier otra patología crónica. El acné puede deteriorar significativamente la calidad de vida, y por eso desde Megalabs impulsamos soluciones terapéuticas de última generación, que no solo combaten la inflamación y el daño cutáneo, sino que respetan el equilibrio natural de la piel y minimizan efectos adversos a largo plazo”.
En un mundo que avanza hacia un enfoque más holístico de la salud, es urgente reconocer al acné como un problema de salud pública, con implicaciones profundas y duraderas.