La polinización, un acto esencial de la naturaleza

El néctar es una mezcla de azúcares: sacarosa, fructosa y glucosa. Cada planta elige su concentración exacta para atraer a su polinizador.

La polinización es, sin duda, uno de los actos más nobles y esenciales en el planeta Tierra. Representa la interacción perfecta entre múltiples factores y seres vivos que, de manera sincronizada, trabajan para fecundar flores y producir ese alimento sagrado que sostiene toda la vida.

Gracias a este proceso natural, la humanidad ha logrado sobrevivir y desarrollarse ampliamente. Pero no solo nosotros: todos los seres vivos se benefician de la fructificación, que va mucho más allá de la simple producción de frutos. Es, en esencia, el mecanismo por el cual las plantas generan descendencia adaptada a los cambios del entorno.

Todo comienza cuando las plantas florecen. Este primer paso inicia el camino hacia la vida para miles de especies. La flora despliega un espectáculo de colores, formas y aromas para atraer a su polinizador, muchas veces exclusivo.

¿Cómo lo logra? De cientos de maneras. Por ejemplo, las salvias andinas, con sus flores tubulares, son visitadas por colibríes, los mayores polinizadores de los Andes, capaces de visitar hasta 3.000 flores al día.

Néctar azucarado se produce periódicamente

Pero, ¿cómo atraen las flores a sus polinizadores? La respuesta es simple: con el mishki, ese néctar azucarado que producen periódicamente. Las flores adaptan la cantidad y calidad del néctar según el tamaño y las necesidades de sus visitantes.

Aves y murciélagos, al ser más grandes, requieren mayor cantidad de alimento en menos tiempo, mientras que pequeños insectos como abejas o mosquitos se conforman con microdosis.

Este néctar es una mezcla de azúcares: sacarosa, fructosa y glucosa. Cada planta elige su concentración exacta para atraer a su polinizador específico. Por ejemplo: las flores para aves suelen tener más cantidad de néctar pero menos concentración de azúcar, mientras que para insectos sucede lo contrario. Nada es casualidad en este aparente caos de la naturaleza.

La estrategia de las plantas va más allá: muchas eligen la hora del día, la forma de la flor y hasta el momento preciso en el que ofrecen polen viable. Algunas especies son tan especializadas que pueden detectar la vibración exacta de las alas de su polinizador.

Ese zumbido que escuchamos no pasa desapercibido: las flores saben si es un moscardón, una abeja, un escarabajo o cualquier otro visitante que viene por el néctar.

Plantas para un polinizador específico


El ingenio floral no tiene límites: ciertas especies encierran a sus polinizadores durante toda una noche. Los atrapan dentro de la flor, ofreciendo un festín de néctar. / Cortesía

Algunas plantas, incluso, diseñan sus flores de tal manera que solo un polinizador específico pueda acceder a su jugoso premio. Y para llevarse ese regalo, el visitante tiene una misión: transportar el polen hasta otra flor de la misma especie.

Además, el polen solo permanece viable por un tiempo limitado, o necesita llegar a la posición correcta para fecundar.

El ingenio floral no tiene límites: ciertas especies encierran a sus polinizadores durante toda una noche. Los atrapan dentro de la flor, ofreciendo un festín de néctar. Allí, entre estambres y polen, los insectos celebran una verdadera fiesta, y al amanecer, son liberados, cargados de polen para continuar el ciclo.

Por supuesto, la polinización no ocurre solo de día. La noche también tiene sus protagonistas: murciélagos, polillas y otros insectos nocturnos.

Mientras dormimos, estos seres trabajan incansablemente: “aliméntate, pero poliniza”, parece ser la consigna. Así, nuestros amigos alados y nocturnos aseguran la fertilización de plantas como el plátano o los agaves.

Un sistema perfectamente orquestado

El gullán o taxo es polinizado principalmente por colibríes que, con su pico largo, acceden al néctar y transportan el polen de flor en flor.

Los agaves o pencos, fuente del tequila, son polinizados principalmente por murciélagos. Y sí, si queremos bananas, también debemos agradecer a estos amigos nocturnos.

Por otro lado, algunas plantas evolucionaron para no depender de la fauna y utilizan el viento como vector de polinización. Estas producen grandes cantidades de polen ligero que viaja con la brisa: el maíz, los pinos, el trigo o los olmos son claros ejemplos.

¿Y las plantas acuáticas? Su polinización se da a través del agua. El polen puede flotar o ser arrastrado por la corriente según la especie.

Aunque menos común, la polinización acuática es crucial para muchas plantas marinas y algas. Este aparente caos es, en realidad, un sistema perfectamente orquestado. (I)

Algunos ejemplos:

El cacao depende de un diminuto mosquito del género Forcipomyia.

La chirimoya necesita un escarabajo que, lamentablemente, está desapareciendo en muchos lugares debido al uso de agroquímicos, lo que ha llevado a realizar polinizaciones manuales con pincel.

El mango se poliniza gracias a moscas y abejas, aunque puede ocurrir autopolinización, pero no es tan eficiente.

– Muchos cactus son polinizados durante la noche por murciélagos, polillas y otros insectos.

Las orquídeas son polinizadas por una amplia gama de insectos: moscas, mariposas, escarabajos, abejas, e incluso colibríes.

Los cítricos dependen principalmente de las abejas. Su polen, pesado y viscoso, necesita de estos incansables polinizadores.

Las magnolias son polinizadas por escarabajos y, aunque producen poco polen, compensan con un perfume seductor y flores robustas que sirven como pistas de aterrizaje.

La manzana también se debe a las abejas.

Texto: Kabir Montesinos
kabirmontesinos@gmail.com
Especial para El Mercurio

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