Cada año, octubre se viste de rosa para recordarnos la importancia del diagnóstico temprano del cáncer de mama. Pero detrás del color, de los lazos y de las campañas, hay otras realidades que siguen esperando ser escuchadas. Este mes debería ser también una invitación a mirar lo invisible: a los cánceres que avanzan en silencio, como el cáncer de hígado, una enfermedad que se ubica entre las más letales y menos diagnosticadas a tiempo en el Ecuador.
Cáncer de mama: enfermedad que requiere atención y cuidado
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el cáncer de mama representa cerca del 30 % de los diagnósticos en etapas avanzadas. En países de ingresos altos, la supervivencia a cinco años puede superar el 90 %, mientras que en América Latina y otras regiones de ingresos medios o bajos los resultados son mucho más pobres. Esta diferencia no responde tanto a la biología de la enfermedad, sino al acceso desigual a diagnóstico temprano, innovación médica y tratamientos oportunos.
Precisamente, la innovación es clave para superar estas barreras. Un ejemplo es el avance en los tratamientos oncológicos que permiten cambiar la vía de administración. Roche ha liderado la introducción de formulaciones subcutáneas para varios de sus tratamientos contra el cáncer, incluyendo aquellos para el cáncer de mama HER2+. Esta innovación permite reducir excesivamente el tiempo de aplicación: un procedimiento que antes requería una administración intravenosa de varias horas (entre tres a seis horas) ahora se realiza en tan solo cinco a diez minutos a través de una inyección debajo de la piel. Este cambio no solo mantiene la misma eficacia terapéutica, sino que mejora significativamente la calidad de vida del paciente, al disminuir el tiempo de permanencia en el hospital y permitirles mayor tiempo para su vida personal y familiar, además de optimizar la eficiencia de los centros oncológicos, permitiendo atender a más personas.
Desde la perspectiva del sistema de salud, los beneficios son igualmente impactantes. La optimización del tiempo de los profesionales sanitarios y de los sillones de infusión en los centros oncológicos permite atender a más pacientes de manera más eficiente. Esto no solo ayuda a reducir las listas de espera, sino que también libera recursos que pueden ser redirigidos a otras áreas críticas de la atención oncológica. En un sistema con recursos limitados, la terapia subcutánea se convierte en una herramienta estratégica para maximizar la capacidad de atención y mejorar el acceso para todos.
La tecnología subcutánea también podría abrir una puerta fundamental para la descentralización de la atención oncológica, un paso crucial para un país con la geografía del Ecuador. Al no requerir una infraestructura intravenosa compleja ni una supervisión hospitalaria prolongada, la terapia subcutánea pudiese ser administrada en centros de salud de menor complejidad, más cercanos a las comunidades. Para los pacientes de poblaciones rurales o alejadas, esto significa un alivio inmenso: se reducen las largas y costosas jornadas de viaje a las grandes ciudades, el ausentismo laboral y la carga económica para sus familias. Es una forma tangible de llevar la innovación médica a donde más se necesita, rompiendo barreras geográficas y haciendo que el acceso a un tratamiento de calidad sea una realidad más equitativa para todos.
En Ecuador, de acuerdo con Globocan, en 2022 se registraron 3 900 nuevos casos de cáncer de mama. El Registro Nacional de Tumores (SOLCA Quito) reportó que en 2020 fue el tipo de cáncer más frecuente en mujeres (3 563 diagnósticos). Las proyecciones señalan que hacia 2040 el país podría registrar más de 53 700 nuevos casos de cáncer
La incidencia económica y vital de esta enfermedad es significativa. Un estudio de WifOR reveló que, en el mundo, entre 2017 y 2023 el cáncer de mama HER2+ generó más de 1 millón de años de vida ajustada por discapacidad (DALYs) y pérdidas económicas de alrededor de USD 25 300 millones, considerando costos indirectos y productividad perdida.
Cáncer de hígado: enfermedad silenciosa y letal
A diferencia del cáncer de mama, el cáncer de hígado rara vez recibe atención pública, pese a su alto nivel de mortalidad. Según el Registro Oncológico Ecuatoriano (ROE –
SOLCA Quito, 2024), los tumores malignos de hígado y vías biliares representaron el 18 % de las muertes por neoplasias de órganos digestivos entre 2019 y 2023.
En hombres, la tasa de mortalidad por este tipo de cáncer alcanza 60,7 muertes por cada 100.000 habitantes, siendo significativamente más alta en mayores de 75 años. Entre los principales factores de riesgo identificados en Ecuador se encuentran el consumo excesivo de alcohol, la obesidad y las infecciones crónicas por virus de hepatitis B y C.
Un estudio reciente liderado por el Centro de Investigación Biomédica en Red (CIBEREHD), el Hospital Universitario Doctor Josep Trueta (IDIBGI), el Hospital Universitario Central de Asturias y la Universidad de Oviedo, advierte que el alcohol está detrás de casi el 30 % de los casos de carcinoma hepatocelular —el tipo más común de cáncer de hígado— y que si se combina con otra enfermedad hepática, su influencia puede llegar al 55 % de los casos.



