Leoncio Cordero: una vida valiosa

Marco Carrión Calderón

Es lo primero que pude pensar al conocer la noticia infausta de la ausencia definitiva de Leoncio Cordero, mi profesor, amigo y colega. No sólo su querida familia, sino Cuenca y el país, han sufrido una enorme pérdida. Él fue una de esas personas buenas, en toda la extensión de la palabra, bondadoso y cordial, que antes que dinero buscó el servicio a los demás, cosa rara en estos tiempos.

Me siento grandemente limitado para hablar él, una entrañable persona a quien conocí en mi muy temprana juventud, al ingresar a la Facultad de Medicina, con el espíritu lleno de entusiasmo. Él fue de los primeros y brillantes profesores con quienes tuve la suerte de tomar conocimiento y eso me llena de agradecimiento e indeleble afecto.

Es imposible, sobre todo por mis limitaciones, que pueda hacer el elogio que su calidad humana y profesional se merece. Su vida debe ser recomendada a las generaciones presentes y futuras como modelo de rectitud, de honestidad y de ética. Ahora que hay una tan profunda crisis de honestidad destaco con grande énfasis que Él fue un ejemplo de funcionario impecable en el manejo de la cosa pública desde las distintas funciones en que tuvo que desenvolver su actividad, desde Decano de la Facultad de Medicina y Presidente de SOLCA, hasta Alcalde de la Ciudad.

Su mano cordial y afectuosa estuvo siempre lista para superar las discrepancias con cualquier persona. Allí el amigo afectuoso no solo daba muestras de su imponderable calidad humana, sino que el Maestro enseñaba como proceder con bondad, sabiduría y afecto, afecto del cual nunca, mientras viva, me cansaré de ponderar y agradecer.

Me duele profundamente su partida, pero siempre recordaré su vida ejemplar. A su querida y distinguida familia hago llegar mi solidaridad en estos momentos de dolor y de tristeza. (O)