Sobre la conversación

Hernán Abad Rodas

El mundo en general y nuestro país en particular, viven sumidos en una crisis política profunda, y de valores humanos, donde el criterio de rentabilidad ha sustituido al de ética, dignidad y moral; razón por la cual es urgente comenzar a humanizar nuestro pensamiento, mediante la puesta en práctica de un espíritu razonable que elimine la violencia verbal, las amenazas y los atentados contra la integridad física y psicológica de todo ser humano. Responsabilidad histórica que pesa más sobre los gobiernos, a los que se les ha encomendado la delicada misión de guiar a la humanidad en general y a sus pueblos en particular, por los caminos de la democracia, la verdad, la ética y la moral.

Emprendamos el rescate de la conversación y el diálogo razonable, instrumentos indispensables para la resolución pacífica de nuestras controversias.

El arte de la conversación se está perdiendo, debido al ritmo de la vida comercial, de los intereses particulares, nacionales, políticos y, en el plano doméstico, por la gran influencia de la televisión.

La conversación se da más fácilmente, en sociedades de hombres imbuidos de cierto espíritu de ocio, facilitándose la misma por su grado de humorismo y su apreciación de los matices más ligeros de la vida en general; porque hay un evidente distingo entre charlar, sencillamente, y conversar. Podemos hablar y discutir de negocios con casi todo el mundo, pero hay muy pocas personas con las que podemos sostener verdaderamente una conversación; por eso cuando encontramos un verdadero conversador, el placer es igual, sino superior al de leer a un valioso autor, con el deleite adicional de escuchar su voz y observar sus ademanes; y estas conversaciones quedan entre los recuerdos que acariciamos.

Personalmente me aparto de las personas que consideran que la insolencia es valentía, la flexibilidad una cobardía, la verborrea, sabiduría y el silencio ignorancia; así como de aquellas que están a un milímetro por encima del mono, o a un centímetro por debajo del cerdo, ya sea en el ámbito político, público o privado.

La condición primordial de una verdadera conversación, es que podamos ventilar nuestras opiniones con calma, en la intimidad de una habitación, con buenos amigos que estén dispuestos a abrirnos sus corazones.

Las naciones razonables, gobernadas por estadistas democráticos viven en paz; el espíritu razonable hace frente a los problemas; humaniza todo nuestro pensamiento, y nos hace estar MENOS SEGUROS de que siempre estamos en lo correcto, tiende a reordenar nuestras ideas, y a atenuar los ángulos de nuestra conducta. (O)