Especial migración Del Sur al Norte: Hermanas en las buenas, en las malas y desde lejos

Un pasaporte fue la pieza clave para que estas tres hermanas cuencanas pudieran sentar sus vidas en Nueva York.

Especial migración Del Sur al Norte: Hermanas en las buenas, en las malas y desde lejos
Especial migración Del Sur al Norte: Tres hermanas cuencanas empiezan sus vidas en Nueva York a causa de la situación económica. Ilustración de: Mateo Frutos

Rosario, Guadalupe y Olga son tres hermanas ecuatorianas que decidieron dejar su país buscando una nueva oportunidad para su vida.

En 1992, Rosario salió desde Cuenca con rumbo a los Estados Unidos. Ella, como muchos en aquella época, compró una visa que en ese tiempo costaba alrededor de 7.000 dólares.

Ella recuerda que subió a un avión dejando todo lo que conocía y amaba en su tierra: su padre, su madre, hermanos y principalmente a sus dos pequeñas niñas, con apenas 3 y 6 años.

Ella dice que viajó intentando salvar su matrimonio, pues el padre de sus hijas también decidió emigrar. Sin embargo, la tranquilidad duraría poco, pues su relación llevaba fecha de caducidad.

«para mí, aquí no había felicidad»

Rosario, migrante cuencana.

Un inicio difícil 

Tras la separación, Rosario se quedó en la calle. Noche tras noche esperaba que algún conocido pudiera brindarle una cama para no morir de frío en la intemperie, comiendo apenas lo necesario para mantenerse de pie.

Cuenta que muchas veces le tocó dormir en un colchón dentro de una sala llena de hombres borrachos con el miedo constante de ser abusada. 

Al inicio, su trabajo consistió en limpiar 14 habitaciones de un hotel cerca de Montauk. Manejaba 45 minutos en bicicleta para llegar al trabajo, de 08:00 a 17:00, y después salía a su segundo trabajo en un restaurante. 

El reencuentro con su hermana

Después de 7 años en soledad, Rosario convenció a su hermana de viajar a los Estados Unidos. Es así como en abril de 1999, Guadalupe llega a Norteamérica, de la misma forma en la que viajó su hermana.

Lupe también dejó en Ecuador a sus papás, hermanos y sus dos hijos, una niña de 13 años y un varón de 10. 

La situación por la que decidió migrar fue diferente, pues Lupe tenía un gabinete de belleza, que era su fuente de ingresos. Sin embargo, el escenario económico de ese año provocó que su negocio caiga en bancarrota y no vio otra opción que migrar. 

La barrera del idioma

Lupe cuenta que su hermana, empeñada en darle un mejor inicio en esas tierras, le enseñaba los números en inglés con la esperanza de que pudiera encontrar un mejor empleo, pues “las casas las limpiaba muy mal”, dicen entre risas. 

«Yo era solo: ‘ok, ok’, porque no entendía nada»

Guadalupe, migrante cuencana.

Pero eso no fue un impedimento para superarse, ya que cinco años después consiguió su licencia de estilista y así volvió a trabajar en un salón de belleza, donde se sentía mucho más cómoda y tranquila.

El clan completo

En ese mismo año, Olga se enteró de que se convertiría en mamá y reconociendo las pocas posibilidades que tenía en Ecuador para darle a su hijo una vida digna, no le quedó más opción que viajar y acompañar a sus hermanas.

Olga suplantó la identidad de su hermana. Pero en este caso, para ella, las cosas no resultaron tan fáciles, pues oficiales de migración en Guayaquil descubrieron el engaño, buscaron “ayudarla”, pero a cambio pedían una suma de dinero muy elevada. 

Una vez solucionadas las cosas, Olga partió con el miedo de perder a sus padres y no poder verlos, algo que lamentablemente se hizo realidad un 18 de julio de 2013, cuando su padre falleció.

«cuando él falleció, él estaba allá y yo no podía viajar»

Olga, migrante cuencana.

El consuelo de las tres hermanas

Cuando Olga dio a luz a su pequeño niño, aquel anhelado bebé se convirtió en la alegría más grande de las tres hermanas, pues, tanto Rosario como Lupe, sintieron la presencia de ese bebé como un consuelo.

«Esa tristeza y todo, la llenábamos con él»

Guadalupe, migrante cuencana.

Todas colaboraban para mantenerlo bien, pero los problemas no tardarían en llegar, ya que cuando llegó el momento de buscar un lugar de renta nadie las aceptaba con un niño.

Sin duda, para estas hermanas la migración no fue fácil, pero fue posible “con amor, esfuerzo y dedicación” para que salieran adelante. 

Ahora se dedican a ayudar a muchos migrantes, que como ellas llegaron a este país con miedo, y se transforman en aquella persona que hubiesen querido tener al inicio.

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El especial sobre migración Del Sur al Norte es parte del trabajo de titulación realizado por Paulina Calle, estudiante de Periodismo de la Universidad de Cuenca, con el apoyo de Diario El Mercurio.