Antropoceno, identidad cuencana, agua y minería

Por: Juan Morales Ordónez

Existe una perspectiva mundial caracterizada por el calentamiento global, la escasez del agua, la extinción indetenible de especies vivas y el peligro inminente de una catástrofe planetaria.
Existe una perspectiva mundial caracterizada por el calentamiento global, la escasez del agua, la extinción indetenible de especies vivas y el peligro inminente de una catástrofe planetaria.

Es necesario analizar críticamente las relaciones que como individuos y sociedad mantenemos con el medio ambiente, para protegerlo frente a cualquier otro valor con el que pueda entrar en contradicción, en el complejo proceso civilizatorio de la humanidad.

“El término Antropoceno sugiere que la Tierra ha entrado en una nueva época geológica por la devastadora acción humana. Los hombres hemos causado un impacto de tal magnitud hemos provocado un cambio en la geología, el clima y en la vida planetaria. La industrialización, la agricultura a gran escala, la explotación de recursos naturales y la urbanización que requiere de la extracción de minerales para construir sus instalaciones, han causado la alteración de los sistemas ecológicos, realidad que conlleva la extinción acelerada de la biodiversidad. Son grandes cambios que determinan el advenimiento de una nueva época geológica.

La vigencia del Antropoceno, palabra que proviene de las raíces griegas anthropos o ser humano y kainos o nuevo, es la propuesta de una parte de la comunidad científica que aún no ha sido aceptada oficialmente, pero ha provocado un debate mundial que permite comprender mejor los grandes desafíos ambientales de nuestro tiempo.

Muchos menosprecian la tesis y defienden el modus vivendi contemporáneo como sostenible y mejorable solamente a través de la acción de la ciencia y la tecnología. No pueden concebir el cambio de formas de vida que respondan a un nuevo modelo civilizatorio que implicaría pasar de la búsqueda del poder en todas sus formas a su administración sostenible, del gasto ilimitado a la sobriedad, de la competición a la cooperación, del sometimiento a las tecnologías a los saberes artesanales del habitar, del individualismo a la interdependencia; y, a impulsar la búsqueda de formas de convivencia social, políticamente concertadas, que permitan superar la dependencia absoluta de la digitalización o tecnológico”.

Los párrafos anteriores han sido tomados de una columna de opinión de quien suscribe, publicada en diario El Universo, el 18 de octubre de 2023, con el propósito de iniciar este ensayo desde la perspectiva global caracterizada por el calentamiento global, la escasez del agua, la extinción indetenible de especies vivas y el peligro inminente de una catástrofe planetaria.

Nosotros, acá, en este paraíso natural explotado a mansalva, mal cuidado y arrasado por el imperio de intereses particulares lejanos y opuestos a la sostenibilidad de la vida, debemos desarrollar y potenciar una comprensión cada vez más lúcida del presente que vivimos y del futuro que nuestras actuales acciones dejan a las próximas generaciones.

Es preciso cuidar el agua y la naturaleza y eso es claro para muchos… discursivamente. También es necesario analizar críticamente las relaciones que como individuos y sociedad mantenemos con el medio ambiente, para protegerlo frente a cualquier otro valor con el que pueda entrar en contradicción, en el complejo proceso civilizatorio de la humanidad. En el espacio de ponderación de derechos, el universal y que nos involucra a todos, el de preservación de la naturaleza, es de importancia trascendental porque representa el cuidado del escenario vivo, común a toda la humanidad.

Como muchos otros pueblos, nosotros podemos hacerlo, porque entendemos lo que es valioso y lo que no lo es, pese al vertiginoso y arrasador despliegue de formas culturales conectadas – en gran medida- con la satisfacción mercantil de requerimientos comerciales, sin que importe el impacto devastador que causan en la vida de los otros y en la naturaleza.

La identidad cuencana y el agua

El agua forma parte de la identidad cuencana, es protagonista ampliamente reconocida y cuidada, cada vez con mayor esmero y consciencia por su inestimable y único valor.

En diferentes espacios he manifestado que una de las características de quienes conformamos el grupo humano que habita estos lares, es el profundo arraigo con nuestra tierra y cultura. Es una suerte de encantamiento mutuo entre la naturaleza y el alma de la gente.

La primera, esplendorosa, es sensible al elogio que permanentemente recibe de sus habitantes como cuando alabamos el encanto de los ríos, el color de sus aguas, la belleza de su vegetación o la delicada sutileza de sus aves y criaturas vivas.

La segunda, la cultura de su gente, tan rica y variopinta, tan diversa y llena de detalles únicos e irrepetibles, se solaza en la expresión de su amor al terruño.

El agua, en este escenario simbiótico, es protagonista ampliamente reconocido y cuidado, cada vez con mayor esmero y consciencia por su inestimable y único valor. Nos ufanamos cuando conectamos nuestra entonación al hablar con el sonido que producen las corrientes cantarinas de cualquiera de los amados ríos de Cuenca.

También proclamamos y casi decretamos que el agua que consumimos es la mejor del Ecuador y una de las mejores de la región, manifestando además como un nuevo elemento positivo y característico de nuestra identidad, el hecho de que somos la única ciudad del país en la cual sus habitantes beben agua directamente de las llaves domiciliarias conectadas con el sistema público que la provee.

Por eso, la declaratoria de la Unesco como reserva de biósfera al macizo del Cajas del 28 de mayo de 2013, fue ampliamente valorada por la ciudadanía, puesto que refuerza la protección del líquido elemento y de la biodiversidad del parque nacional conformada por especies únicas de animales, aves, insectos, plantas, arbustos, árboles y pajonales que pintan y dibujan el paisaje.

En el Cajas, el agua fría y cristalina es la responsable de la vital belleza de ese ecosistema y es su recurso más importante, así como lo es de los asentamientos humanos contiguos y de Cuenca, la cercana y dependiente urbe, su mayor beneficiaria.

La zona de influencia de la biósfera del Cajas se extiende a territorios de las provincias del Guayas, El Oro, Cañar, además, claro está, del Azuay. Adicionalmente -es bueno tenerlo presente- con el agua dulce de esta superficie protegida de casi un millón de hectáreas que incluye un área marina y centros poblados, se genera más del cincuenta por ciento de la energía hidroeléctrica del país.

Por lo dicho, el concepto de biósfera que comprende al medio ambiente natural y a sus componentes humanos y sociales, representa un amplio ecosistema -medioambiente, civilización y seres humanos- equiparable a un inmenso ser vivo, sujeto de derechos y con capacidad de autorregulación. Desde esta perspectiva, es imperativo que la toma de decisiones respecto a los proyectos de extracción de minerales en la reserva de biósfera, considere la importancia del agua y en el proceso de ponderación de los intereses en juego, le otorgue su trascendente valor.

La minería en el cantón Cuenca

Para situar, desde una perspectiva conservacionista el caso de la minería en el cantón Cuenca, debemos partir de la comprensión de la precariedad de la vida en el planeta; de los esfuerzos permanentes, sobre todo de las organizaciones internacionales para que la humanidad transite por caminos de sostenibilidad ecológica; de la consciencia colectiva de quienes formamos parte de la población humana de la declarada biósfera del macizo del Cajas; así como de la normativa jurídica internacional, constitucional y legal del Ecuador, que garantiza el respeto a la voluntad de la gente -más del ochenta por ciento de los votantes- expresada en la consulta popular de febrero de 2021, que se manifestó democráticamente a favor de prohibir la explotación de minerales para proteger los páramos y garantizar el derecho humano al agua,  contemplado en la Constitución del Ecuador.

La biósfera del Cajas, superficie protegida de casi un millón de hectáreas, genera más del cincuenta por ciento de la energía hidroeléctrica del país.

Para muchos, es difícil comprender el punto de vista de quienes defendemos el valor vital de la naturaleza. Los réditos financieros de la minería se anteponen a cualquier reflexión y análisis diferente. Esa posición es sostenida por quienes se benefician de esa actividad, que recurren a toda clase de argumentos jurídicos, siempre disponibles cuando se trata de sostener una perspectiva u otra, con la particularidad de que ese enfoque es el de los poderosos del planeta, irremisiblemente dependientes de sus propios medios y modos de producción; y, no el de la gente que habita o depende de los ecosistemas afectados por la explotación minera, en este caso nosotros, los habitantes de la biósfera del Cajas.

Es verdad que las formas actuales de convivencia social dependen de recursos mineros que son utilizados en toda parte y en todo lugar, sin que exista un espacio que pueda prescindir de ellos porque forman parte de todo: computadoras, medicamentos, cables eléctricos, monedas, vehículos, aparatos tecnológicos, celulares, hospitales y cualquier tipo de artefacto. Sin embargo, muchos pensamos que debemos cambiar radicalmente y ahora.

Como ya lo manifesté, en todo aspecto social en el cual exista controversia, es el sistema jurídico el concebido para resolver esa situación. La consulta popular mencionada, es la contundente respuesta legal a la discrepancia de criterios respecto de la juridicidad o no de la explotación minera en el Cajas, porque como institución jurídica democrática, esa consulta, está avalada y conectada con el derecho internacional público, con los objetivos de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas y con los preceptos constitucionales y legales ecuatorianos que regulan la explotación minera y la protección ambiental.

Proyecto minero Loma Larga. La minería legal, cuando sea inevitable, debe ser practicada a la luz de los principios, permisiones y prohibiciones de los sistemas jurídicos nacionales e internacionales

Pese a la voluntad de la gente expresada en la consulta popular, institución esencial de la democracia y de los derechos humanos, existe la intención de ir en contra de ella para llevar adelante la pretendida, pero en ningún caso aceptable explotación minera en el Cajas, en un intento más, casi obsceno y desafiante del centralismo político y administrativo que quiere someternos.

La minería ilegal debe ser erradicada. La minería legal, cuando sea inevitable, debe ser practicada a la luz de los principios, mandatos, permisiones y prohibiciones de los sistemas jurídicos nacionales e internacionales que, en el caso del Ecuador, están lejos de ser cumplidos y respetados.

Juan Morales
Juan Morales Ordónez

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