¿Hay concejales en Cuenca?

Santiago León

Buenas, buenas. ¡Aló! ¡Holis! Me rindo, no hay quien responda. Es que al parecer los concejales de Cuenca se han perdido. No asoman. Han cumplido un año de gestión y solo unos cuantos se los ha visto en medios de comunicación hablando del trabajo que han cumplido. Pero, les cuento un secretito. Cuenca tiene 15 concejales. Sí, 15 ciudadanos que deberían trabajar para que la ciudad sea una metrópolis, pero no sueñe por gusto, estos sujetos pareciera que tienen la cabecita ocupada en otra cosa.     

Se supone que un concejal tiene una función parecida a la de un honorable asambleísta. Es decir, tiene que vigilar que el billete del Estado sea bien manejado. Que no hayan movidas chuecas en las entidades públicas. Pero lo más importante, es que deben proponer normas que ayuden a la población a progresar de una manera planificada y organizada. Chauchita, ¿verdad?

Pero bueno, cuando los concejales llegan al poder, aparentemente se transforman en una especie de agencia de empleos públicos. Es así, que en menos de que cante un gallo, el concejal hace la gestión para que ingrese a trabajar en las dependencias municipales, al ñaño, al novio, a la cuñada, al primo, al entenado, al ahijado, al marido de la amiga del cole o a la esposa de otro político. Y si hay chance, se puede dar un contratito al conocido. Nada raro sería ver a la sobrina de un exministro en un cargo municipal.

O si el concejal es del otro bando, se empeñan en meter el pie al alcalde. Buscan por todo lado para obstruir los procesos de contratación. Convocan a los medios de inmediato para denunciar gastos exagerados en publicidad, en carros, en eventos o en pachangas. Usted sabe, la farra no puede quedar a un lado en la gestión pública. Mientras tanto, los pobres ciudadanos estamos fregados.

Hasta ahora estamos esperando que se prohíba que dos sujetos circulen en moto. O que los cuidadores de carros sean regularizados. Y ni hablar de la unificación de la tarjeta para que los usuarios del tranvía o del bus paguen el pasaje sin tanto rollo. Ha pasado un año, pero al ritmo que vamos, la situación no cambiará. Ojalá me equivoque. Que turro pagar a los ciudadanos con indiferencia y desatención. En fin, felicitaciones por su primer año de “trabajo”.  (O)