Extranas coincidencias
Odebrecht ha presentado una demanda contra el Estado ecuatoriano por 180 millones de dólares, aduciendo perjuicios para la empresa en la construcción del poliducto Pascuales-Cuenca. Según las declaraciones de los directivos, que mejor sería denominarlos los “capos” de la empresa, en las obras que ha participado Odebrecht lo ha hecho a través de concursos o licitaciones inmaculadas, los sobreprecios han sido materia desconocida, los reajustes borrados de las contrataciones, las obras han sido un dechado de adelantos técnicos y de eficiencia sin igual, los plazos de las mismas han sido cumplidos hasta con saldos a favor del Estado y los precios finales increíbles, como para que nos tengan envidia en el concierto internacional. Y ahora, ¡claro!, estos angelitos brasileños demandan al Ecuador, porque según ellos, después de todas las patranadas que han hecho, ¡aún les estamos debiendo!
El coro de correistas, dirigido por el ex presidente a control remoto, y aun terriblemente dolidos por la pérdida inesperada de sus canonjías y de los dineros mal habidos, con contadas excepciones, también defienden las obras de Oderbrecht. Dicen que las obras de la empresa brasileña solo se comparan en grandiosidad con el Coloso de Rodas, los Jardines de Babilonia, las Pirámides de Egipto, etc, y que ni los coros celestiales hubieran sido capaces de realizar tales “monumentos” en el Ecuador con la pulcritud, las manos limpias y la cristalinidad, con que lo hizo el gobierno anterior y su empresa favorita: Odebrecht. ¡Espérense que me estoy atorando!
¿Cómo puede ser que una empresa “fichada” a nivel internacional, causante de los cohechos más inverosímiles en varios países latinoamericanos, “corruptora” por excelencia, coincida en sus apreciaciones con la flor y nata del correato, y tenga todavía la “cachaza” de demandar al Estado ecuatoriano? Claro, como sucedió con la central San Francisco en la década bailada, ya se hubiera negociado algún “arreglo” con la compañía y a Odebrecht se le hubiera vuelto a conceder contratos públicos, como si aquí no hubiera pasado nada. ¡La desfachatez elevada a nivel de política pública! (O)