Criminales de guerra sin juicio

Édgar Plaza Alvarado

OPINIÓN|

Era un día “normal” como cualquiera. Como cualquier otro día de guerra. “Que los estadounidenses están por tomar Japón, que los bombardeos se intensificarán, que el Emperador analiza –con la intervención de un país neutral europeo amigo– un acuerdo sin deshonra para el País”, etc., etc., los rumores iban y venían cuando un destello nunca visto seguido de una onda explosiva poderosa se dio en Hiroshima. Murieron al instante 110 000 personas a las que se agregarían decenas de miles por efecto de la radiación. EE.UU. había lanzado la primera bomba atómica y en civiles es decir infantes, ancianos, mujeres, enfermos… culminando así incursiones anteriores que quemaron a personas desarmadas, no a combatientes, el 6 de agosto de 1945 a las 07h12.

El Imperio Japonés se negó a someterse según los términos de sus atacantes. Los llamados “Halcones” –el frente militar lo compartían con los “Palomas” el grupo que intentaba parar la guerra con dignidad— se habían impuesto para disuadir al emperador Hirohito que continuara la resistencia valiente, heroica pero insana y suicida e impráctica puesto que la guerra estaba perdida tiempo atrás y se habían restringido a su isla-país. Las poblaciones conquistadas en el Pacífico las había desalojado ante el acoso fundamentalmente de los Aliados. 3 días después los estadounidenses lanzaron una nueva bomba sobre otra ciudad sumamente densa, Nagasaki, con iguales efectos asesinos. El país se rindió incondicionalmente.

Se dijo que el bombardeo fue “para evitar más bajas estadounidenses”; documentos desclasificados recientemente revelan que fue como estrategia geopolítica y amedrentamiento para la Unión Soviética que asomaba como el nuevo enemigo. Nadie fue acusado de estas masacres hechas a los ojos de todo el mundo, peor juzgados por el acto, antes más bien aclamados y vitoreados. Ningún país tuvo el coraje de señalar a los cobardes culpables: el Presidente de los EE.UU., su mando militar, colaboradores adicionales y más políticos cómplices del luctuoso aniversario que recordamos hoy. (O)