Máscaras

Andrés F. Ugalde Vázquez @andresugaldev

OPINIÓN|

Extraña realidad esta que nos obliga a cubrirnos el rostro antes de salir de casa. Que nos arrebata la posibilidad de leer en el rostro de lo demás lo que se dice más allá de las palabras. A cruzarnos por la calle con innumerables rostros vacíos de expresión, más allá de los ojos que miran temerosos, desconfiados, atentos a la peligrosa cercanía. Sin embargo, no vaya a confundirse. No será esta la primera vez. Y me explico…

La historia de la humanidad está repleta de máscaras. Máscaras para la paz y la guerra, como lo hacían los Samurái del Japón milenario. Máscaras para los actores que poblaban los tablados de Roma y Atenas. Máscaras para investir a los hechiceros y sumos sacerdotes en los ritos sagrados. Máscaras mortuorias para la larga caminata hacia la nada. La máscara de hierro que salvó a Francia en la pluma de Alejandro Dumas. La máscara del Diablo Huma, ser mitológico del mundo andino, cuyas dos caras miran simultáneamente futuro y pasado.

Sí, nada bello o importante ocurría sin usar una máscara. Tal vez será que los rostros humanos dicen demasiado o no dicen nada. Y por eso los ancestros preferían reemplazarlos con arte. Pero nuestros tiempos fueron distintos. Las máscaras entraron en decadencia y quedaron relegadas los operarios de las fábricas y los bandidos de los cuentos. Y nada más, hasta que esta incomprensible pandemia nos sumergió en una nueva y bizarra realidad, que nos obliga, nuevamente a cubrirnos el rostro.

Pues bien, si eso es lo que nos toca, entonces que cada quien elija el rostro que más le guste. Uno distinto para cada día, para cada estado de ánimo. Un rostro para llorar y otro para reír. Un guardarropa repleto de máscaras para cada ocasión. Así, más allá de las bien conocidas ventajas asépticas, se evitará también el sacrificado ejercicio de componer el rostro en arreglo a los sentimientos de los demás. Y lo más importante, la máscara reduciendo la comunicación al uso de la palabra, como único medio posible de expresión. ¿Será que a esto se refiere aquello de rescatar la palabra perdida…? (O)