Nemonte

Ana Abad R.

Desde hace ya muchos años, desde cuando comencé a ejercer el sacro oficio del periodismo y mi memoria política empezó a tomar conciencia, conocí de la lucha de los pueblos indígenas por la defensa de sus derechos, de sus principios, de su forma de vida y, por tanto, de sus profundas relaciones con la naturaleza, en la que sustentan su filosofía y espiritualidad. Soy testigo de las muchas caminatas –descalzas y con muy pocas vituallas– emprendidas hasta Carondelet, así como de la displicencia con que han sido recibidos luego de recorrer cientos de kilómetros desafiando largas distancias, el clima y, sobre todo, a una sociedad excluyente y racista, cuyas autoridades nunca han escuchado sus voces y mucho menos dimensionado la importancia vital de su presencia y de sus prácticas culturales, pese a los “avances constitucionales”. El premio medioambiental Goldman 2020 entregado a Nemonte Nenquimod, indígena Waorani, debe despertarnos ¡ya! de este histórico aletargamiento y asumir nuestra responsabilidad en el cuidado de nuestra “casa común”; más aún, cuando estamos “bajo la espada de Damocles” con los proyectos mineros. Bien lo ha dicho esta joven líder indígena: “No esperen que sólo los pueblos indígenas defendamos la Amazonía, es una lucha de todos”. (O)