Fiestas paganas de ayer y hoy

Édgar Plaza Alvarado

Desde hace mucho, mucho, mucho tiempo, miles de años, se agradecía al cielo su magnificencia. Lo que en la actualidad se celebra como el Corpus Cristi, antes de la conquista española por muchas buenas cosechas, abundantes y generosas e igual en el hemisferio norte en la época de invierno. Era un momento de expansión y alegría porque se daba el esperado cambio de época llamado El Parto de la Reina de los Cielos, oportunidad para una permuta radical de vida. Tratábase del fin de una temporada oscura y fría para dar paso a una de esperanza, calor y alegría. Oriente y sobre todo Occidente la celebran como Navidad en invocación del nacimiento de Jesús cuyo nombre se utiliza actualmente para banalidades y es pretexto para enviciarse.

Es época favorable para la aparición de seres divinos que han llegado cuando la humanidad más ha necesitado. Si revisamos la historia esto se ha repetido incesantemente cuando su avance se detiene o paraliza. Krishna, Zama, Confucio, Quetzalcoatl, Buda, Codom, entre otros tantos, nacieron en estas fechas y en circunstancias similares a las de Jesús: de madre virgen; en grutas, pesebres o refugios al pie de montañas o lomas; con el anuncio de un cometa o efecto luminoso parecido; adorados por cultos guías de escuelas místicas. En resumen, debían cumplir con las siete condiciones sagradas que precede a todo avatar.

Un solo ejemplo. Cuando los españoles invadieron nuestro continente escucharon un tradicional comentario que decía que un dios había nacido de una madre virgen al ser esta anunciada que daría génesis al salvador de la Tierra. Aquél haría ley, medicina, calendario, escritura y civilización; enseñaría sabiduría cósmica y misericordia; amor y paz con suprema piedad y que regiría en pulcra armonía y bonanza. Así lo hizo y predijo que barbudos blancos tomarían estas tierras.

Las fiestas paganas de ayer son las festividades religiosas de hoy. Querríamos continuar, pero el espacio asignado no lo permite.

Que todas vuestras aspiraciones buenas se cumplan, es el deseo no sólo escrito si no espiritual.  (O)