La tradicional secularización del voto en Ecuador, así como los graves problemas económicos de la ciudadanía, impiden que cristalice un «voto evangélico» como en otros países de América, a pesar de que uno de los candidatos es un pastor cristiano y ha habido tímidos intentos por unir a distintas iglesias.
A diferencia de EE.UU., Brasil o Guatemala, en los que este voto religioso es altamente influyente, la comunidad evangélica ecuatoriana no había dado hasta ahora ningún paso hacia una candidatura, y de hecho sus fieles se dispersan por todo el arco político nacional.
«Nunca ha habido un intento concreto, no ha habido nunca una convención. La participación política -cuando la habido- es más espontánea, quizá un grupito alrededor de algún candidato», explicó a Efe el pastor Estuardo López, presidente de la Confraternidad Evangélica Ecuatoriana.
En Ecuador, recalcó, «cada cual tiene sus propias tendencias ideológicas, si es que siguen existiendo las ideologías, y se guían de acuerdo a sus simpatías políticas personales».
DEMOGRÁFICAMENTE PEQUEÑOS
Una de las posibles razones es que su número no es tan alto como en otros países del continente, y apenas representan entre el 12 y el 13% de la población, máximo el 20% si se añaden denominaciones protestantes que técnicamente no son evangélicas, como la Iglesia Adventista del Séptimo Día o, como erróneamente ocurre muchas veces, a los Testigos de Jehová.
En términos absolutos son alrededor de 2,12 millones de personas, de una población total de 17 millones, entre los que se incluyen más de medio millón de feligreses indígenas, explicó López sobre unas comunidades donde el evangelismo entró con fuerza hace varias décadas.
A Efe le constan tímidos intentos particulares a mediados de 2020 para tratar de unificar el voto en torno a un candidato evangélico, esfuerzos que nunca llegaron a concretarse.
Pese a ello, uno de los 16 candidatos a la presidencia es el pastor Gerson Almeida, de 46 años, nacido en Brasil, y hay asimismo un número desconocido de aspirantes a la Asamblea Nacional (Parlamento), desde donde algunas iglesias creen que pueden influir más en aquellos temas de su interés: familia, educación o aborto, entre otros.
Abogado de profesión y con una autoidentificación ideológica que describe como «pragmatismo ético», Almeida tiene una orientación política de derechas, inspirada en ideales evangélicos.
En ese sentido, aboga, por ejemplo, por una imposición fiscal progresiva según ingresos, la defensa a ultranza de la familia y de sus valores tradicionales, y es antiabortista.
Almeida, que reside en Quito, se presenta por el movimiento Ecuatoriano Unido, fundado por Edwin Moreno, un hermano del actual mandatario Lenín Moreno.
VOTAR SIN FE
Pero su candidatura no tienen ni mucho menos relación con ninguna de las veinte corrientes evangélicas en el país, la mayoría de origen estadounidense y que reúnen a unas 7.000 iglesias.
Con una horquilla en intención de voto de menos del 1%, López indicó que, a la hora de votar, el ecuatoriano trata de no desperdiciar su voto, y «busca un candidato con posibilidades de ganar», lo que ha impedido una homogeneidad del voto en esta comunidad.
Politólogo de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Santiago Basabe cree que el protestantismo ecuatoriano, a diferencia del colombiano o el peruano, aún «no está politizado», ni siquiera «el catolicismo».
«El culto católico no llama a los fieles a participar en política, sino más bien a abstenerse, a asumir eso como algo profano mientras que (la Iglesia) está en lo sacro», sostiene.
Puede que esa «secularización» del voto tenga sus raíces en la fuerte influencia que tuvo, y aún tiene, la Revolución Liberal (1895-1924) encabezada por el héroe nacional Eloy Alfaro, que condujo a la progresiva separación de la Iglesia católica del poder y la instauración del laicismo.
CON EL LOBBY ES SUFICIENTE… POR AHORA
César Ulloa, polítologo de la Universidad de las Américas (UDLA), recuerda que también en las elecciones de 2017 hubo un candidato evangélico, y que si bien «se están convirtiendo en un actor importante caracterizado por la fe, todavía no hay esa alarma para creer que la votación va por ese camino».
A su juicio, el impacto político de este colectivo en estos momentos, radica más que nada en la actividad «lobista» de ciertos grupos afines en cuestiones de su interés y que, «de alguna forma», se realizan en «ciertas alianzas con la iglesia Católica», en particular en su campaña antiabortista, porque se trata de espacios de interés compartidos.
Destaca la paradoja, aplicable también al voto evangélico, de que si bien «la fe católica es esencial en cuanto al relacionamiento que tenemos como ecuatorianos», curiosamente, en Ecuador «la fe no va de la mano con la política». EFE