Larga y fecunda vida  (II)

Rincón de Cultura Jorge Dávila Vázquez

Hernán Crespo Toral, en la introducción al libro sobre los 25 años del Museo Municipal de Arte Moderno, publicado en 2006, en la administración de Marcelo Cabrera, cuenta las vicisitudes de la Casa de Temperancia, su memoria cargada de fantasmas, como él mismo dice, su paso de centro de rehabilitación de alcohólicos, a cárcel, asilo de ancianos, escuela y centro nutricional -la famosa Gota de Leche de la Asistencia Pública-; su riesgo de destrucción total y su renacimiento, celebrado en 1981, con la apertura del Museo.

Crespo destaca asimismo los grupos de arquitectos restauradores, que se formaron impulsados por el ideal de rescatar la vieja arquitectura y pusieron su vida al servicio de las construcciones tradicionales de la urbe; la presencia fundamental de Pedro Córdova Álvarez, Alcalde de Cuenca, en ese entonces, y de Eudoxia Estrella, la primera directora de la entidad.

A todos ellos, y a quienes vinieron luego y trabajaron por el bienestar del Museo, con sueños, anhelos, deseos de servicio, con su propia vida en juego, por su activa y continua presencia en la cultura local, nacional e internacional, es bueno presentar públicos agradecimientos.

El papel de Eudoxia Estrella en el nacimiento, constitución y supervivencia del MMAM fue clave. Su carácter enérgico, su capacidad de trabajo, su concepción vital de artista, guiaron la vida de la institución y las distintas actividades que se generaron, a lo largo de décadas. Guillermo Larrazábal, el extraordinario vitralista, unido a Eudoxia hasta su muerte, nunca dejó de alentarla y creer en ella, y sus concepciones estéticas debieron obrar en más de una ocasión en pro del desarrollo de la entidad.

A Eudoxia se le debieron infinidad de talleres, en que niños y jóvenes se vincularon con el arte; grandes exposiciones, que deslumbraron a distintos públicos; la constitución de una biblioteca especializada; el apoyo incondicional a la gestación de la Primera Bienal de Pintura de Cuenca, entre muchas tareas cumplidas. ¡Eterno reconocimiento a su labor!

Así como lo hice en el discurso de homenaje al Museo, lo hago al cerrar estas líneas: desear que su existencia no termine y que siga sembrando amor a lo bello a lo largo del tiempo en todos quienes lo visitan. (O)