“Superaste el cáncer” le dijo el médico el día de su cumpleaños a Sebastián Rosero

Sebastián Rosero Paralímpicos Atletismo
Sebastián Rosero (I) y Darwin Castro en uno de los entrenamientos en la pista Jefferson Pérez, en Miraflores. Bolívar Sinchi/El Mercurio

“Cuando a uno le dicen que tiene cáncer, no sabe cómo reaccionar, no sabe cómo tomarlo, más aún cuando es deportista, piensa que se le acaba el mundo, que se le acaba su carrera, pero acá estoy tratando de retomar la actividad con todo el ánimo, con todas las ganas, me siento bien, así que vamos por buen camino”.

Es el testimonio de Sebastián Rosero, uno de los guías de Darwin Castro en los últimos Juegos Paralímpicos de Tokio. Antes de ir a la competición más importante del año, junto con Diego Arévalo (segundo guía) y Julio Chuqui (entrenador), hicieron un campamento de 14 días en Turquía, desde el 25 de julio.

Rosero empezó a sentir que algo no andaba bien en su cuerpo, tenía un abultamiento en uno de sus testículos. Prefirió no decir nada al resto del equipo, excepto a Darwin con quien tiene una relación casi de hermanos desde 2014. “Él sentía que estaba un poco bajoneado y le tenía que decir lo que me estaba pasando”.

Juntos empezaron a buscar en internet algún diagnóstico en base a los síntomas que se manifestaban en Rosero. “Yo trataba de ser positivo con Sebas, creo que hubo un poco de ansiedad por no saber qué es lo que tenía realmente… Estar en un país distinto, en otro idioma, no poder acudir a un doctor para saber los problemas que estaba pasando Sebastián, fue difícil”, recuerda Castro.

El 26 de agosto, en la pista del estadio Olímpico de Tokio, se presentaron como si todo estuviese normal. Compitieron en 5.000 metros planos T11 (discapacidad visual) y obtuvieron diploma olímpico al rematar en sexto lugar.

“Quizá nosotros habíamos entrenado muchísimo mejor para lo que nos fue, pero lastimosamente yo ya no estaba en mis cinco sentidos, estaba muy ansioso por saber qué tengo, estaba muy ansioso por la competencia mismo y tenía muchos cambios hormonales… no es que me dolía algo o que no me permitía correr, simplemente había días que amanecía un poco hinchado, porque retenía muchos líquidos, cosas por el estilo…”.

De regreso a Cuenca, el médico le dijo que tenía un tumor de nueve centímetros. De inmediato fue intervenido quirúrgicamente para su extirpación. Después, la biopsia detectó un cáncer. “Para mí fue bastante impactante, desmotivante, no quería entrenar sino acompañar a Sebas en esta etapa que era bien dura”, dice Castro.

Rosero tuvo dos ciclos de quimioterapia de 12 días. “Son tratamientos muy fuertes donde uno pierde mucha masa muscular, pierde el cabello, las uñas, las pestañas…”. Pese a todo, el Ingeniero Geógrafo, de profesión, nunca se deprimió.

El apoyo de Darwin, de su entrenador, de Paola Bonilla, de la agrupación Chuko’s, de su familia y de sus padres -que viajaron desde Quito-, fue importante para que pueda sobrellevar más tranquilo la enfermedad.

El 11 de diciembre, el día de su cumpleaños, “el médico me dio la noticia que ya había superado el cáncer”. Desde entonces no deja de asistir a las diferentes rutas o pista para recuperar el ritmo de competencia. Estuvo casi cuatro meses sin entrenar.

“Uno empieza desde cero, uno se cansa trotando, nuevamente estoy en un plan progresivo de cargas, recuperar la musculatura, bajar un poco los porcentajes grasos, es como querer volver de nuevo, pero si superé el cáncer creo que puedo volver fácil a correr otra vez”.

Rosero es un ejemplo de que, en momentos difíciles de la vida, jamás hay que bajar los brazos. “Si algo me dejó de aprendizaje esta etapa de enfermedad es, primero, que hay cosas que uno no las puede manejar, que son estas enfermedades, y segundo, que ante todo hay que tener buena actitud, y eso me enseñó Darwin que a pesar de su discapacidad siempre tuvo una buena actitud a la vida”. (BST)-(D)