De casualidad     

CON SABOR A MORALEJA Briget Gibbs Andrade

Ale y Andrea, dos hermanos italianos residentes en Savona, -uno de ellos esposo de una amiga- que de casualidad leyeron la petición que el cura de la localidad hiciera a través de Facebook, decidieron ayudarlo. Uno de ellos es director de una empresa de logística. El sacerdote requería transporte para enviar a una organización humanitaria en Ucrania, las donaciones que los ciudadanos habían llevado hasta la iglesia. Se dispusieron cinco furgonetas. Se emplearon seis choferes y un mecánico que no cobraron un centavo para organizar el convoy que recorrería 1750 km cruzando Italia hasta Leópolis, en Ucrania, a 70 kms de la frontera con Polonia.

Salieron el 12 de marzo con medicamentos, alimentos, ropa, pañales, etc. Por cuestiones del seguro de la empresa de transporte, les autorizaron utilizar las furgonetas sólo hasta una pequeña ciudad fronteriza entre Polonia y Ucrania. Luego de 70 horas de viaje, arribaron a su destino. Les pareció un lugar más tranquilo de lo que esperaban, considerando que la guerra está a pocos pasos de allí. Un centro comercial se convirtió en una enorme bodega almacenando donaciones que llegaban de toda Europa. A un costado de este, una fila de autos y buses esperaban a los que cruzaban la frontera huyendo de la guerra. Un silencio siniestro permeaba el ambiente.

Mientras tanto, bombardearon una base militar ucraniana a unos 15 kms de donde estaban y la organización humanitaria no pudo comunicarse con ellos. La tensión creció y pensaron que habían ido en vano. Pasó más de una hora antes de que les indicaran el lugar donde entregar las donaciones. Se encontraron con diez jóvenes ucranianos que, en menos de diez minutos, descargaron todo. Uno de ellos lloró a mares por la ayuda que recibieron la que, finalmente, llegó hasta Leópolis.

De regreso a Italia, tuvieron la sensación de no haber hecho lo suficiente. Sin embargo, les reconfortaron cientos de mensajes que recibieron desde el inicio de la travesía, incluyendo varis propuestas para realizar otro convoy en el que se involucrarían otras empresas. A los tres días de llegar a casa les quedó la sensación de un atleta que termina cansado la carrera, pero aún con la adrenalina en el cuerpo, busca otra maratón en la cual competir.

La guerra es ambigua. En medio del dolor, en el que todo pierde sentido, surge el bien disfrazado de varias maneras. (O)