En pos de la alcaldía

Leonar Durán

Si bien de manera soterrada, aunque no tanto, asoman algunos potenciales aspirantes a captar la Alcaldía de Cuenca.

Las redes sociales dan cuenta de eso. En el campo de los rumores, como no puede ser de otra manera, se lanzan nombres y más nombres, posibles alianzas, ni se diga fundados argumentos de que en la papeleta electoral habrá más de una docena de candidatos. Igual que hace cuatro años.

Tampoco faltan los futurólogos, ni se diga los encuestólogos, que ubican quién de los eventuales candidatos va primero, segundo o tercero; de quien no tendría los votos ni de su misma familia; o de aquel que se “quemaría” si opta por el codiciado sillón y gana, cuando aspira al de Carondelet.

Al grano, entonces. Se comenta que Yaku Pérez tendría serias opciones. Desistiría porque tendría puesta la mira en suceder a Lasso. Claro, él argumentará ese ya lugar común en la política: “lo que digan las bases”, si bien aún no le aprueban su movimiento.

Siendo “bienpensados”, al exCarlos difícil es que se le haya acabado las ganas de ponerse en el pecho la banda presidencial, esa tela bordada que infla el ego del gobernante, pero lo desinfla cuando se topa con la realidad.

Otros runrunes dicen que se cocina la dupla Pérez-Pérez. Yaku a la Alcaldía; Jefferson Pérez a la Prefectura. Pero también comentan que el excampeón olímpico quiere, o sí o sí, la medalla de oro de la política local: la Alcaldía, ese puesto que quema ni bien acaba de sentarse, y toma dos años para “cogerle el golpe”.

En los “cafetillos” no deja de hablarse que don Pedro busca la reelección, y hasta de que “en chico” ya anda en campaña; pues su nombre está en todos los letreros municipales, va a todo lado, y hasta le es útil estar en “memelandia” con tal que se hable sobre él bien o mal.

Todos se preguntan quién será el candidato que ponga Marcelo Cabrera, sino es él mismo. Dicen unos que sería Adrián Castro; otros que Marcelo Aguilar. Los malquerientes hasta suman votos, pero se despechan cuando no les alcanza para llevan decimales.

En ese juego de la quiniela política se barajan nombres de otros ilusorios aspirantes, ignorando que las ilusiones son “golondrinas que nos visitan piadosamente por estaciones…”.

Más seguro es que habrá una larga sábana de candidatos, en cuyo caso, alguien, como ya sucedió, podría ganarse la lotería sin comprar el guachito, o sea ganar “sin querer queriendo”. (O)