El Calvario de los votos

José Chalco Salgado josechalcosalgado@gmail.com

            Cuenta el Evangelio que el Calvario fue un espacio físico, alto y lejano, a las afueras de Jerusalén, en donde crucificaron a Jesús, pero no a él solo, sino acompañado de dos ladrones.

            El calvario de los votos en el Ecuador ya es una constante. Mejor dicho, una realidad asumida por los órganos convocados a controlar y por los ejecutores del descontrol. Parece que salir ileso de las mayorías aplastantes, es toda una aventura. Así, los votos se convierten en un todo o nada, en donde las razones y tesis jurídicas muy poco interesan. Solamente, los votos. La mayoría. El calvario para los que están en la mitad.

            Sí. En el sainete del juicio político al presidente, se han advertido la serie sistemática de irregularidades y falta de ética en su desarrollo. No importa citar normas inexistentes; tampoco es relevante violar plazos y trámite; no interesa realizar aclaratorias y modificaciones sin los peticionarios de origen; tampoco es significativo respetar el debido proceso y al marco constitucional ecuatoriano; aún menos trascendental, generar narrativas inferenciales y de cualquier cosa para encontrar una causal rebuscada y amañada. Es un: si tienes los votos te salvas. Pero si yo tengo los votos, te vas.

            La Corte Interamericana de Derechos Humanos, cuyos estándares deben ser cumplidos por los Estados parte en el marco del control de convencionalidad y bloque constitucional; ha señalado respecto al enjuiciamiento político a miembros de tribunales constitucionales que: las atribuciones del Poder Legislativo para llevar a cabo un juicio político del que derivará posterior responsabilidad del funcionario público, tienen que enmarcarse y contar con mínimas garantías de competencia, independencia, imparcialidad, y tramitación de conformidad con el procedimiento legalmente previsto para el conocimiento y la resolución (Caso Tribunal Constitucional vs. Perú 2001 y Camba Campos vs. Ecuador 2013.).

            Entonces, aunque algunos insistan y quieran porque quieran. No se puede auspiciar y no decir nada ante quienes quieren hacer un calvario de los votos. O sea, los que quieren a toda costa: muerte y lesión para la institucionalidad del país. (O)