El 20 o 30 %

Marco Carrión Calderón

Nuevamente el país ha sido sorprendido y ultrajado con las insólitas declaraciones de uno de esos fulanos que han llegado a ser, inmerecidamente, electos para dignidades seccionales en las últimas elecciones. En este caso, nuevamente, un militante de Pachakutik, Julio Guerrero, elegido alcalde del cantón Pindal ha sido quien, muy suelto de huesos y con una audacia increíble, ha asegurado que los alcaldes pueden llevarse a sus bolsillos hasta el 30 % del valor de las obras públicas. Que eso está permitido por la Ley ha asegurado falsamente y sin razón.

Como si el escándalo protagonizado por la inefable “Asambleísta” Cerda hace unos cuantos meses, –sin que haya sido debidamente castigada-  aconsejando públicamente a sus partidarios que roben, pero que roben bien para no ser descubiertos y sancionados, ahora hemos conocido que ese tal Guerrero ha afirmado que la Ley permite recibir altos ´porcentajes sobre el valor de las obras que podría gestionar. El país espera conocer la sanción que alguien le imponga, pero hasta ahora nada de eso hay.

¿Cómo es posible que haya un “movimiento político” que tenga candidatos para funciones públicas, como Alcaldes y Asambleístas, a personas que en su ignorancia e impudicia extremas estén convencidos de las brutalidades que han dicho? Guerrero ha asegurado, más o menos “El candidato pone un millón para la campaña… pero no lo pone gratis ¿Cuánto va a ganar por ese millón?, se ha preguntado.

Los ecuatorianos tenemos derecho a saber si aparte de este pillastre habrá habido otros que tengan similar convencimiento, pero guardaron un conveniente silencio. En el pasado es muy probable que varios hayan hecho ese tipo de trafasías convencidos de que había una Ley que permitía tal clase de temeridades. Cuántos Presidentes, Ministros, Directores, etc. habrán tenido igual convencimiento o argumento que ese señor Guerrero y eso explique la enorme cantidad de robos y enriquecimiento ilícito que ha habido en las últimas administraciones. Lo único diferente es que ninguno de esos pillos tuvo la desfachatez y tontera de decirlo. Los que dicen y los que callan son amparados por la impunidad reinante en este desventurado país. (O)