El pasado domingo 30 de abril la Catedral La Inmaculada de Cuenca estuvo repleta atendiendo la invitación de la Comunidad Salesiana para conmemorar con una eucaristía los 41 años de fallecimiento del recordado Padre Carlos Crespi Croci de origen Italiano (29/05/1891 – 30/04/1982) y escuchar además la gran noticia que el Papa Francisco lo declaró Venerable junto a otros seis Siervos de Dios.
Los niños y jóvenes que acudimos al Oratorio María Auxiliadora en las décadas del 60 al 80, disfrutamos inmensamente del cariño y ternura del ejemplar religioso: participábamos en la Misa Dominical con el infaltable anuncio de las clásicas películas Tarzán en la selva, Durango Kid, luego recibir las galletas, caramelos y leche klin, aprendíamos teatro y música sin que pueda faltar el “himno” Auxiliadora Madre de Dios.
Además, los juegos de futbol y básquet en los patios; tenis de mesa, futbolines en los salones. La premisa básica era prepararnos para ser buenos cristianos y honrados ciudadanos y el respeto a las niñas y señoritas oratorianas que no podía faltar.
Los jóvenes no entendíamos cómo el Sacerdote Doctor en Botánica y Ciencias Naturales, músico, pianista y compositor graduado en prestigiosas universidades italianas, quien arribó en 1923 como misionero primero en Guayaquil luego en la recóndita amazonia ecuatoriana y por fin a Cuenca para quedarse por el resto de su vida, haciendo un formidable trabajo en beneficio de la región y sobre todo de los más pobres, abriendo una escuela agrícola, varios talleres, creando la primera Escuela de Artes y Oficios, convirtiéndose luego en el Colegio Técnico Salesiano y la UPS, podía vivir de manera tan limitada.
Alguna vez le regalamos una sotana nueva que luego de agradecernos cálidamente la usó tan solo por un par de semanas. Su entrega total era por los más pobres a quienes amaba entrañablemente.
Su entrega era sobre todo para la niñez, los jóvenes hacia los más pobres a quienes amaba entrañablemente. Era común verlo con zapatos rotos y huecos en la planta, desaliñado, una larga y descuidada barba blanca que casi le cubría la cara, pero que inspiraba gran respeto y admiración hacia el apóstol de los pobres, el sabio y santo multifacético, el hijo adoptivo y amado por Cuenca y el Ecuador. (O)