Chaíto radares

Santiago León Cabrera

Vaya, al fin buenas noticias. Después del engorroso contrato de la anterior administración municipal para la instalación de decenas de radares en cada esquina de la urbe, parece que finalmente llegará a su fin. Recuerden que ese fue el ofrecimiento de campaña de varios candidatos. Nos decían: «Daremos de baja a esos radares truchos en las primeras semanas de mi gestión». Y bueno, parece que sí.

Es que en boca de mentiroso, lo cierto se vuelve dudoso. ¿Y cómo es eso? Permítame explicarle. Decenas de políticos en época de elecciones ofrecen el oro y el moro. Nos han prometido construir aeropuertos, zonas industriales, camales, mercados, megaautopistas, buses eléctricos, cobrar el salario básico, estadios y mucho más. ¿Se imagina cómo sería nuestra ciudad con tantas obras? Sin duda, sería comparable a las grandes metrópolis. Todo un sueño.

Todavía no logro entender cómo se les pudo ocurrir, a los exfuncionarios municipales, que para «salvaguardar» la seguridad e integridad de los ciudadanos se debían colocar radares en cada cruce, y además otorgar ese control a una entidad privada. ¡Así es! Y por cada multa generada, una parte de los ingresos iban directamente a sus bolsillos. Y eso no es todo, además contratarlos por doce años. ¡Era un negocio redondo!

Ojo. No podemos negar que se necesitan controles. Hay conductores que sufren dislexia o daltonismo. ¡Algo les pasa por la cabeza! No respetan los semáforos, conducen a exceso de velocidad y si han tomado unos tragos parecen estar en alguna carrera de Fórmula Uno, se bajan por las escalinatas, se parquean en las aceras, no respetan el disco pare. Creen que están en la selva.  

Y ahora el rollo es peor. El uso de los scooters y motos eléctricas, que por cierto no se escuchan cuando se acercan, hace que movilizarse sea una odisea. Y ni hablar de los repartidores en motocicleta.  

En todo caso, chaíto a los radares y esperemos que las autoridades vean cómo mejorar el control del tránsito. Creo que varios llorarán a mares. (O)