Es un milagro (parte dos)

Eduardo Sánchez Sánchez

Wilson aportó maravillosamente, pero un día desapareció, tal vez frente a un felino, serpiente o en un pantano. Fue incesante la búsqueda dispuesta por el gobierno colombiano, en tanto el mundo seguía con extremo interés conocer noticias sobre el desenlace de estos 4 niños envueltos en una gran incógnita de selva y sus mil riesgos. Vuelos de auxilio utilizaban un sistema de perifoneo con un llamado por parte de la abuela de los niños en idioma nativo, más no había respuesta, al parecer primó timidez, recelo y hasta miedo de castigo y se ocultaron en medio de la espesa vegetación. La operación “ESPERANZA” organizada por el gobierno colombiano, buscaba día a día y el mayor número de horas, con la ayuda de militares y nativos, además de perros especializados en rastreo, habiendo recorrido alrededor de 2.600 km. Los helicópteros lanzaron alimentos, con el ánimo de que les permitan subsistir, en medio de la angustia, dolor, enfermedad, que muy seguramente los afectaría. Wilson, el pastor belga encontró un zapato de niña que hizo pensar que los menores tenían vida y que se encontraban cansados de tan dura caminata. Cuarenta días más tarde, siendo el 10 de junio, la noticia mostraba un hecho extraordinario, los niños fueron encontrados con vida merced a la harina de yuca conseguida en el avión, frutas silvestres y alimentos lanzados de los helicópteros. Tenían cansancio extremo, temor, picaduras de insectos, hambre, deshidratación, angustia, dolor, pero… tenían vida. Fueron auxiliados por los militares y llevados a un hospital de Bogotá para su valoración. La noticia conmocionó a Colombia y al mundo que seguía el caso. Se festejó con alegría y en las redes se dijo: los sobrevivientes son luz de vida y esperanza que ilumina a Colombia. Confiamos mirar la historia en la pantalla grande, se merece. (O)