Temor reverencial

Hernán Abad Rodas

Los gobernantes autodenominados “socialistas del siglo XXI” y sus devotos apóstoles, lo que han demostrado en el fondo de sus nefastos gobiernos es que, su ambición e interés personal están por encima de toda doctrina política, condenando de esta manera a toda la población que dicen defender a una mayor pobreza económica y miseria existencial.

Estos falsos profetas, predicadores de la mentira y la falsedad que lideran sus “revoluciones”, lo que quieren, no es abolir los privilegios del mundo capitalista, sino transferirlos a sí mismos y conservarlos para siempre.

Una lacerante realidad es que, en la actualidad nuestro país, tiene algunos candidatos para las próximas elecciones, “arrepentidos” y quizás muchos caraduras y avivatos de toda índole, que aseguran que no sabían de los actos de corrupción del gobierno de Correa y su banda delincuencial, pero fueron parte de una administración que demonizó y persiguió a los críticos, saqueó las arcas fiscales, y que mintió con descaro, abusó del poder y se manejó con total irresponsabilidad económica. Con Rafael Correa; alias: “el sepulturero del Ecuador”, fueron obsecuentes, genuflexos, obedientes, seres dotados de una personalidad de alfombra.

Considero inaudito lo que sucede en nuestro país, la macro corrupción pasada y presente, la cual nos devora implacablemente, protegida por un sistema de impunidad, tan perfectamente diseñado en Montecristi, que nadie se atreve a desmontar por TEMOR REVERENCIAL a cualquier represalia de los corruptos y de los capos que los protegen, que continúan enseñoriados en los laberintos administrativos y enquistados en los mandos medios del poder.

Ese temor reverencial equivale a una especie de “perdón y olvido” a la corrupción, pues el tiempo pasa y la esperanza de sanción y recuperación se desvanece en los rincones del olvido, es decir, nos han robado hasta la esperanza.

Todos se declaran enemigos de la corrupción, incluso el fugitivo ex presidente Moreno, manifestó que iba a hacer una Cirugía mayor a la misma, pero nunca la hizo; muchos protegen sus rabos de paja, con indiferencia camuflada y con un boicot sistemático a cualquier acción moralizadora.

Durante una década el Ecuador vivió, y aún vive bajo el lúgubre velo de una justicia asustada que resignó su rol independiente, cuando el megalómano, hoy prófugo, proclamó que había que meter las manos a la justicia, ¡y de verdad las metió!

Cuando la verdad y la justicia se liberen del cautiverio correísta aún vigente, la primavera volverá a cubrir con flores las heridas de nuestra tierra, y se sentará la madre al lado de la cuna de su niño para arrullarlo sin temores.

Mientras escribía este artículo, pensaba en el fallecido escritor portugués José Saramago quien dijo: “Dios es el silencio del universo, el ser humano es el grito que da sentido a ese silencio”. (O)