Ojos que no ven…

Estéfani Chalco Salgado

…corazón que sí siente. A veces sobra presenciar cada acción. Queda inocuo el “ver para creer.” Nuestras cualidades humanas y a veces hasta sobrenaturales, nos permiten analizar ese algo que no es fácil definir. La conciencia, la sensación, la intuición, o el pálpito, están de alguna manera ahí, sin un componente visual. Esto puede estar ligado al nivel de conocimiento que tenemos sobre alguien, o cuánto sabemos de una situación.

Los sentidos excluidos en el título, tienen un rol fundamental. ¿Recuerdan cuando no existía el WhatsApp ni las redes sociales? Algunos lectores experimentaron con el tacto la emoción de recibir una hoja de papel escrita a mano por algún familiar o amiga a la distancia y una foto impresa. No nos veíamos, no hablamos telefónicamente muy seguido (porque era carísimo realizar un minuto de llamada), pero al escuchar un “te extraño,” o leer un “vuelve pronto,” nos estremecíamos por esas cortas palabras, e imaginábamos fácilmente a la persona escribiéndolas. ¡Ah la imaginación! También puede ser traicionera ante el corazón. Escuchar, tocar, puede ir más allá de mirar.

Las madres somos campeonas para sentir sin ver. Se desarrolla nuestra conciencia a un nivel celestial para reconocer el cambio de voz, una sonrisa diferente, o un minuto de silencio más largo en nuestros hijos y saber que algo pasó, que algo los lastimó. Estos comportamientos nos afectan y hacen cuestionarnos lo que está sucediendo en esa persona aun si no hemos presenciado el momento mismo de lo ocurrido.

Hay también la evasión del corazón, un sentimiento o presentimiento para no mirar, pues queremos ignorar lo que está pasando porque el corazón sabe que afrontar un problema es dar cuerpo a algo que preferiríamos borrar. Cuando reconocemos que tenemos un niño interior herido, no podemos visualizar la acción que nos dañó, pero sabemos que está ahí. El corazón siente.

Finalmente, vamos a ir al aspecto más puro de esta frase. Ojos que no ven, significa también la falta de compañía, no ver a los hijos, no ver a los abuelos, ver lejos a la esposa o al marido. Nuestros ojos no ven, pero el corazón sí siente. Siente la distancia y la ausencia. Siente la carencia de afecto o soledad. Pero también siente un gran amor, de esos sublimes, aunque los ojos no puedan ver. (O)