Campañas

Juan F. Castanier Muñoz

El otro día le veo en los noticieros de televisión al ciudadano Wilman Terán, titular del Consejo de la Judicatura (JC), con micrófono en mano, dando un discurso en media calle, a grito pelado y rodeado de un grupo de personas. La perorata era muy parecida a la de un candidato en plena campaña política, por lo que me llevé un gran susto, ya que, como en el país del guineo casi todo es posible, creí que, a lo mejor, don Arauz había renunciado a su candidatura vicepresidencial y, en su reemplazo, había entrado “al ruedo” político de la segunda vuelta este rarísimo espécimen proveniente de las canteras de la revolución ciudadana. Me tranquilicé cuando me di cuenta que se trataba de una manifestación, promovida por el mismo Terán, con funcionarios del CJ de todas las provincias y que trataba de mostrar un supuesto apoyo “ciudadano” a las acciones de Terán en sus pugnas con los demás poderes del Estado y en la promoción de su novísimo modelo matemático. Los funcionarios asistentes al “evento”, como no podía ser de otra manera, lo hacían en día y horario de oficina (¡!)

El Alembertcito es el otro gran protagonista de la farándula politiquera nacional. Entrevistas, ruedas de prensa, reflectores, cámaras y micrófonos a toda hora y día. Conexión telefónica directa y sin restricciones con Bélgica, Montecristi y Bucay. No se pone “colorado” por nada y es capaz de todo. Acata sin chistar la resolución “trucha” del juez de Montecristi sobre la veeduría al CPC de transición y se refiere de manera aviesa a las “atrocidades del trujillato”, como desacata la resolución del juez de Bucay que suspende el concurso para designar Contralor, concurso que, desde antes de verse sus resultados, ya viene rodeado de irregularidades y malos olores. Se “hace” el desobediente, el “machito”, ante las resoluciones de la Corte Constitucional y más tarde, cuando el temporal amenaza tormenta, “pone el rabo entre las piernas”. En suma, dos instituciones y sus jefes máximos, cuyas acciones nos llenan de vergüenza y que, como todo lo malo, hasta han logrado superponerse a la importancia de la segunda vuelta presidencial. (O)