Los “Vices”

Jorge L. Durán F.

No es sorna, pero en el Ecuador desempeñar el cargo de Vicepresidente de la República debe ser, de alguna forma, desalentador.

Llegar, recibir la venia del edecán, el saludo de los burócratas de palacio; sentarse, pasar el índice por el celular, llamar a la esposa o esposo para saber si ya despertó; de pronto leer un diario, telefonear a alguien para saber si se curó de la gripe, preguntar si por un acaso al Presidente se le ocurrió invitarle a alguna ceremonia o lo delegó.

Del “conspirador a sueldo” como llamó Velasco Ibarra a su Vicepresidente, pasamos por el “Serrucho” como tildó León Febres Cordero al suyo, llegamos a los que, a su debido tiempo, tuvieron Rafael Correa, Lenín Moreno y ahora Guillermo Lasso, cada cual con sus propias intrigas, chanchullos, amoríos, acosos, y deseos ahogados de ceñirse la banda presidencial.

Sólo pueden reemplazar al Presidente por los motivos determinados en la Constitución y cumplir las tareas que este los asignen.

La verdad es que tales tareas por ser pasajeras, a veces sin apoyo financiero, los convierten en seres piadosos, con ansias de sobresalir, cuando menos para que la gente diga que sí existen.

Cuando los Presidentes son acosados, llamados a juicio político, víctimas de los “estallidos”, amenazados con revocarles el mandato así sea porque duermen de un solo lado, o por el simple “deporte nacional” de echar mandatarios, los “Vices” qué no han de cruzar las manos para que se caigan.

Pero bueno, dejando de lado esas vainas, ahora que el país está en la antesala de un nuevo Gobierno, la “transición” entre la Vicepresidente electa y el que está en funciones ha sido objeto de variopintas reacciones, casi todas relacionadas al qué “pito toca”, qué hace o por dónde anda el “Vice”.

Ese encuentro se convirtió en “memesidio”. Dio material a los caricaturistas, sobre todo por el “desempeño” del que se va, proscrito a su escritorio (igual ocurre con los Viceprefectos), si bien habrá acrecentado su currículo, incluyendo la leyenda para su epitafio cuando muera. Entonces las actuales y futuras generaciones sabrán que fue Vicepresidente.

No es culpa de ellos, claro está. Deben cansarse de tanto descansar, de no hacer nada; peor ahora que los Presidentes ni siquiera los encargan el poder cuando salen del país.

Qué decir de la electa, si durante el balotaje fue relegada por “hablar piedras”, poniendo en riesgo la victoria. ¿Cuánto ha que el electo no habla “vis a vis” con su “Vice”?

Como dicen: “que le vaya bien” en su nueva pasantía. Ojalá dentro de año y medio “nos tape la boca”.  (O)