SOY ORGULLOSO DE MI CIUDAD

Eduardo Sánchez Sánchez

                                                                                

Justifica decir así, cuando quienes nacimos y nos enamoramos de sus virtudes, cualidades y cognomentos asignados a esta Tierra única, de grandes valores culturales, estéticos, naturales, deportivos, y sobre todo sus hijos que han construido a la Ciudad, como una joya incrustada en los Andes australes, con un rostro señorial que seduce a propios y extraños, vemos como Cuenca se va posicionando en el mundo.

Ciertamente nuestro respeto debe manifestarse con hechos y actitudes, con una campaña en la cual nos comprometamos todos por incrementar su limpieza, orden, el tránsito motorizado respetuoso de normativas, el saludo cordial en calles y parques, el respeto por los adultos mayores en los espacios y medios de transportación públicos, el respeto al peatón quien debe cruzar por los pasos cebra, el mínimo uso del claxon, obediencia a los violados semáforos (muy particularmente por la mayoría de forasteros motociclistas) que han caotizado drásticamente a nuestra Cuenca.

Los ríos y el Barranco del Tomebamba, constituyen verdadera identidad ante el mundo de nuestra esencia, por lo cual se debe emprender una política de protección total con árboles y flora nativa (melíferas para colibríes), limpieza periódica de los cauces hídricos. Los parques son carentes de fuentes y flores, como lo vemos en muchas urbes latinoamericanas como Lima, Buenos Aires, Montevideo, Bogotá, Cusco, etc., donde se rinde culto al ornato y adecentamiento en parques, avenidas y aquellos espacios colectivos que alegran los ojos de sus habitantes.

Cuenca no puede perder su patrimonio arquitectónico, ni permitir que se sigan violando las reglas con la construcción de edificaciones, que laceran  los ojos y a las normas vigentes para tal propósito. 

La SEGURIDAD, está en juego con los últimos acontecimientos y nos corresponde exigir a las autoridades que velen por este trascendente valor colectivo. Porque los CUENCANOS, debemos defender el recurso hídrico frente al oro mundano; la vida no tiene precio. (O)