Rosario Sánchez, la pívot enamorada del baloncesto

‘Charito’ se retiró de los campeonatos como jugadora élite, pero nunca abandonó las canchas. Sus nietas heredaron su amor por el deporte.

Rosario Sánchez
Rosario Sánchez, gloria del baloncesto azuayo. Cortesía

En su entorno se respira deporte. Su familia la ve como un ídolo. El baloncesto es lo suyo. Desde su niñez, Rosario Sánchez se acercó a esta disciplina y nunca pudo abandonarla. Su talento como basquetbolista motivó para que algunos integrantes de su familia sigan sus pasos.

La reconocida ‘Charito’ comenzó con sus primeros lanzamientos cuando tenía entre 10 y 12 años, cursaba los últimos años de primaria en la escuela Tres de Noviembre. Su primer formador fue Remigio Sacoto, padre del microtenista local Edwin Sacoto.

Tal fue el talento de Sánchez, que siguió jugando en el colegio Herlinda Toral, cuyo establecimiento se ubicaba, en ese entonces, en el Centro Histórico. “Allí jugaba en una cancha que no estaba en buen estado, muy complicada para entrenar, pero con esos factores sacábamos a flote todo nuestro buen juego”.

A sus 14 años recibió el primer llamado para conformar la selección de esa institución. Compartió equipo con su hermana Estela. También integraron ese grupo figuras como: Rosa Neira, Susana Baca, Lucía Ortiz, entre otras. Aquel elenco fue comandado por los profesores César Íñiguez, Jorge Harris, Casimiro Torres y Jorge Ortiz.

Rosario, con los colores de la ‘HT’, ganó todo. Fue parte importante de los cinco títulos colegiales que levantó. “En ese entonces se jugaban los partidos en el coliseo del colegio Benigno Malo. Ese lugar se copaba y los gritos inyectaban ánimo. Incluso la prensa de aquella épocalo denominó un equipo invencible”.

Conforme pasaban los años, la habilidad de Sánchez sorprendía a propios y extraños. Esto le sirvió para ser llamada a selección de baloncesto del Azuay, en 1966. En ese mismo año y con los colores de la provincia, asistió a un Campeonato Nacional en Guayaquil.

En el puerto principal paseó su talento. A pesar de no haber logrado el título, ‘Charito’ fue designada la mejor encestadora. En total aportó a su equipo con 66 puntos. Un año después, en el mismo certamen, pero en Esmeraldas, terminó como la segunda mejor jugadora del torneo.

En esa misma temporada su nombre también figuraba en la selección nacional, que jugó el Campeonato Sudamericano Intercolegial realizado en Lima, Perú. Allí, fue parte del vicecampeonato alcanzado por el elenco tricolor. “El arbitraje no nos favoreció en esa final. Jugamos con el equipo anfitrión; incluso la barra de ese país gritaba a favor nuestro”.

La exbasquetbolista recibió dos llamados más para integrar el Equipo de Todos, pero por motivos económicos no pudo juntarse al elenco amarillo, azul y rojo.

Tras destacarse a nivel local, nacional e internacional. Su foto fue colocada en la Galería de la Fama de Federación Deportiva del Azuay. Su retrato posa en ese espacio de las glorias del deporte desde 1985. En ese entonces Ernesto Cañizares tomó el liderato de esa decisión.

Etapa como profesora y entrenadora

Dejó todo en la cancha como jugadora. Su brilló nunca se apagó, pero tomó una decisión de ingresar a la docencia. Inició su etapa de profesora de educación física en el colegio Herlinda Toral, en 1970. Permaneció 40 años en esa institución educativa. Se jubiló en el 2010.

Rosario dejó su sello en este establecimiento. Por un pedido de las autoridades, ‘Charito’ fue entrenadora de la selección. En 1972 comandó el equipo campeón del intercolegial. “Fue una época hermosa. Representé siempre con cariño como jugadora y entrenadora”.

Una herencia familiar

El deporte no se ha alejado del entorno familiar. En la actualidad ‘Charito’ disfruta del talento de sus nietas Anahí Astudillo y Marcía Ullauri, basquetbolista y voleibolista, respectivamente. Ambas deportistas con sello en selecciones provinciales y nacionales.

Rosario Sánchez disfruta de esta etapa. No se pierde ningún partido de las reconocidas deportistas, siempre está acompañando en los diferentes escenarios. “Cuando veo a Anahí, me veo yo en la cancha. Marcía se enfocó en el voleibol y disfruto de ello. Verles a las dos me hace una abuelita feliz. Ambas miden 1. 80 y su talla ayuda”.

La exgloria del baloncesto mira sus recuerdos y se le dibuja una sonrisa. A sus 75 años no ha perdido su buen juego, ya que mantiene una tradición con su familia.

Todos los domingos, sus hijos y nietos se reúnen para jugar al deporte de la canasta, cerca de su domicilio. “Esto me llena, sigo lanzando y yéndome a la cancha (sonríe). No he dejado este deporte. Hago un llamado para que apoyen a las nuevas figuras, se ha perdido ese interés”.