El engaño de la adoración ciega

Cecilia Ugalde Sánchez   

Es normal no querer equivocase y buscar tener la razón, pero todos sabemos que también es normal equivocarse y no siempre tener la razón, por lo tanto, rodearnos de adoradores que siempre están de acuerdo con lo que decimos, no es el camino hacia el crecimiento personal.

Carol Dweck, en su libro Mindset (2017), menciona el valor de la crítica constructiva fuera de los confines de ese club de fans personal que podemos caer en la tentación de cultivar. Sugiriere que, aunque los bancos de la adoración pueden resultar reconfortantes, las verdaderas lecciones residen en la incomodidad de la crítica.

Cuando tenemos un problema, más que un coro de cabezas asintiendo a todo lo que decimos, nos suma aquel que nos cuestiona, aquel que con comentarios sinceros nos muestra que tenemos sesgos o que nos podemos equivocar, aquel que nos ayuda a mantener los pies en la tierra. No siempre nos va a gustar ser cuestionados, finalmente queremos estar en lo cierto, pero nos ayuda a salir de la burbuja irreal de los aduladores.

Rodearse de un rebaño de personas que dicen «sí», puede que acaricie nuestro ego, pero no agudizará nuestro ingenio, ni refinará nuestro carácter. Busquemos a los que se atreven a discrepar, aceptemos la incomodidad, disfrutemos del reto que desafía nuestro pensar.

En lugar de relacionarnos con quienes actúan como esos perros de taxi que solo asienten con la cabeza, fomentemos espacios de disensión respetuosa y evaluaciones sinceras. Es en estos foros donde las ideas evolucionan, las habilidades se perfeccionan y surge el verdadero progreso.

Así es que, como Dweck diría: “La próxima vez que sientas la tentación de rodearte de adoradores, ve a la iglesia.  En el resto de tu vida, busca la crítica constructiva”. (O)                        

@ceciliaugalde