Cosas lindas

CON SABOR A MORALEJA Bridget Gibbs Andrade

La vida es un boomerang y todo lo que damos, sea bueno o no tanto, lo recibiremos de vuelta. Por ello la importancia de cultivar pensamientos agradables, pues estos se convertirán en acciones que repercutirán en nuestro alrededor.

Hemos llegado a la segunda mitad de febrero y, como es mejor tarde que nunca, deseo que el resto del año nos sucedan un montón de cosas lindas. Cosas como besar más seguido a los nietos; reírnos ante sus ocurrencias y abrazarlos cada vez que podamos. Aunque opongan una férrea resistencia…  Lo mismo aplica para los hijos, tengan la edad que tengan.

Cosas como asombrarnos ante un cielo azul, azul o uno de tormenta y llanto; sumergir los pies en un río o laguna y sentir que el agua helada nos paraliza hasta los malos pensamientos; o correr la cortina y maravillarnos ante la mar de faroles en el lejano firmamento y embebernos de la magia que irradia aquella rueda de plata.

Espero que no nos fallen las ganas de vivir, de saltar obstáculos y de ser los primeros en perdonar y olvidar agravios; porque el odio no sólo corroe el alma, oxida los huesos y estropea esa linda sonrisa que nos adorna el rostro.

Cosas como las ganas de volver a ser niños, aunque sea una vez al año, en nuestro cumpleaños, y que al soplar las velas de la longevidad, sepamos, con toda seguridad, que nuestros deseos más arcanos, aquellos que no contamos y que atesoramos en una de las cuevitas del corazón, esos, sí, esos deseos están destinados a cumplirse. Si no fuese así, el Universo o la divinidad no se habrían dado el trabajo de sembrarlos en nuestros lugares más recónditos.

Aspiro a que reírnos de tonterías nos sea espontáneo y que no nos tomemos la vida tan en serio. Que guardemos la vergüenza en un cajón con llave. Que sorbamos una bebida hasta la última gota por el puro placer de escuchar ese sonido que es de mala educación; que escuchemos nuestra música favorita a todo volumen cuando manejamos sin rumbo fijo; que disfrutemos de un algodón de azúcar sin temor a ensuciarnos la cara. Al fin y al cabo, esta se lava.

Deseo que nos pasen cosas lindas como caminar descalzos sobre la hierba verde y fresca. Que hagamos un inventario de lo que se atoró en la garganta desde tiempos antiguos, y que lo expresemos con la mayor humildad y naturalidad. Y por último, que nos sacudamos esos prejuicios, patrones mentales y costumbres rancias que nos atan e impiden respirar y volar en libertad.

Porque darnos el permiso de ser uno mismo es una cosa muy, muy linda. (O)