Cadenas invisibles

Cecilia Ugalde Sánchez                                  @ceciliaugalde

Hace unos días tuve un aterrizaje forzoso y torpemente me caí en medio de la calle, al medir 1,80 una caída mía no es poca cosa, pero lo curioso es que mientras en otras ocasiones me hubiera dolido más el orgullo, ahora, definitivamente fueron las rodillas.  Posiblemente el cambio en el direccionamiento del dolor se debe a varios factores, siendo el pasar de los años clave tanto en lo negativo, que me impidieron rebotar como si nada hubiera pasado; pero también en lo positivo por el hecho de que los estereotipos y expectativas sociales han cambiado con el pasar del tiempo, y, en consecuencia, cosas tan humanas como una caída y, sobre todo, quiénes o cuántos fueron sus testigos, poco importan ya.

Un fenómeno intrigante y con frecuencia subestimado es la autocosificación, ese proceso mediante el cual adoptamos estereotipos y expectativas sociales que se manifiestan de diversas maneras, desde cómo nos percibimos a nosotros mismos, hasta cómo interactuamos con los demás y cómo nos dejamos influir por los estándares externos de belleza, éxito y valía personal, estándares que nos condicionan y atan a manera de cadenas invisibles.

La psicóloga Daphna Oyserman y sus colegas han demostrado cómo la autocosificación puede afectar nuestro sentido de identidad y autenticidad, llevándonos a conformarnos con roles y expectativas predefinidas en lugar de buscar nuestra verdadera esencia.  Del mismo modo, investigaciones lideradas por la psicóloga Jennifer Crocker han explorado cómo la autocosificación puede alimentar la búsqueda de la aprobación externa y la comparación social, perpetuando un ciclo de insatisfacción y malestar emocional.

Al romper esas cadenas invisibles podemos tener una autoimagen más saludable y auténtica, ¿se animan?