Polvo y ceniza

Tito Astudillo y A.

A finales de la década del 60, cuando me iniciaba en el magisterio rural en el romántico enclave costanero llamado Uzhcurumi, a orillas del alto Jubones en esa garganta por donde el Tamalannecha nativo, abandona la sierra para aguar las verdes sabanas de El Oro, tuve mi primera aproximación al mito de Naún Briones, al que Eliecer Cárdenas diera vida, voz, presencia y trascendencia en “Polvo y Ceniza”, 1979.

En la inmensa soledad de la noche tórrido la monótona sinfonía de rio y selva tropical era rota, de rato a rato, por los ecos de una canción lejana… “Naún… Naún…Naún/ a dónde fuiste Naún/ a dónde te han escondido,/ Naún, Naún…”, en contrapunto en la rockola de la Sueca Azanza, entre Julio Jaramillo y Daniel Santos, curtidos agricultores, nostálgicos arrieros de Loja, La Chilla y Guanazán, y engreídos hacendados contaban historias del bandolero, -¿tú le conociste?-, no, pero acá todos saben pue hermano…, ¡verdad oye!, y todos asentían… A finales de la década del 70 cuando me iniciaba en la medicina rural en Cañar, el entrañable Galo Muñoz Arce+ en la travesía Tambo Viejo, Buerán, Inganilla me hablaba de la saga de los Quiroz; y Manuel Muñoz Cueva, ya me había contado maravillas del Águila Quiteña, de tal manera que cuando llegó a mis manos, Polvo y Ceniza, de Eliecer Cárdenas Espinoza, autografiado para mi hermano Rubén, su lectura me transportó por las rutas del bandido austral, codo a codo y corazón a corazón, porque desmitificado el bandolero, pasó a ser un entrañable amigo y compañero en esas intensas jornadas de lectura y motivo de novedosas tertulias con Eliecer en su oficina de la Biblioteca Municipal, de Diario El Tiempo, de  la Casa de la Cultura, en el Cinema Café y en otros espacios culturales compartidos. 

Con mucha expectativa he leído y releído el artículo: “Polvo y Ceniza» de Eliécer Cárdenas. 44 años después”, de Abdón Ubidia, en la revista Rocinante 181 de noviembre de 2023 y he vuelto a leer y releer “Polvo y Ceniza”. Creo que la mejor manera de recordar a Eliecer es leyendo sus obras. (O)