Aprendiendo a gobernar

Jorge L. Duran F.

Ganar las elecciones como sea, con mentirillas de por medio, manejando con una efectiva propaganda las emociones, los enconos, las necesidades y preocupaciones de la gente; lucir la banda presidencial; sentarse en el gran sillón, y luego preguntarse y ahora qué hago, deben ser momentos convulsos.

De inmediato el ungido comienza a ser desbordado por la realidad, ese “concepto abstracto” que en política resulta letal cuando comprueba que hay cien hambrientos pero apenas cinco panes en la despensa; cuando, literalmente, hay mil dólares en la alcancía pero cien mil que pagar; cuando hay cinco trabajando pero sesenta y dos buscan empleo; cuando hay veinte reacomodándose donde puedan pero nueve quieren irse del país; cuando dos terminan de ser asaltados pero otros cuatro están a punto de serlo en la misma calle de una misma ciudad; cuando tres sicarios terminan con la vida de uno, dos, cuatro  individuos, y otros tantos vacunadores sangran incluso al lustrabotas…

Algo así habría experimentado el “Joven Presidente”. Y lo sigue experimentando, aprendiendo una tarea para la cual no estuvo tan preparado que digamos.

Aparte de la lucha contra el crimen organizado, que le hado una amplia aceptación popular, pero también uno que otro cuestionamiento, la realidad económica le ha puesto carbones encendidos en sus manos.

De allí el alza del IVA, ese impuesto salvavidas para el Estado; pero metiendo la mano al bolsillo de la gente. ¿A quién más?

La aprobación de ese incremento le habría confirmado cuan ruin es, a veces, la política. Unos actuaron cual avestruz; otros hicieron la del zorro; unos dieron la cara, otros mostraron la espalda pero viéndose en el mismo espejo.

Está aprendido que gobernar el “Absurdistán” de hace décadas es el “Quechurdistán” de ahora, sólo que para no hundirse como su predecesor inmediato pactó con los diablos de siempre.

¿Qué otra realidad debe enfrentar? Parece que todas le están servidas y deben quemarlo. Acaba de enfrentarle a la realidad ética, no precisamente de buena manera, sino entregando en bandeja de oro la cabeza de Fausto Murillo, vocal de la Judicatura, a sus aliados, que lo celebraron a la vieja usanza taurina. ¿A cambio de qué?

Al cierre de este artículo se conoció el operativo La Purga, liderado por la Fiscalía, como desencadenante del caso “Metástasis”. Qué peces gordos los detenidos. Qué parentela política con quienes celebraron la censura de Murillo, gracias, precisamente, al viraje del movimiento del “Joven Presidente”.

Ah; ah. Ya sabemos para qué quieren volver a tomarse el Consejo de la Judicatura. ¿Lo entiende Presidente? (O)