Quinquenio
Este título atrae melodía por cuanto ligeramente suena a la quena, aquel instrumento andino parecido a una dulce flauta, con escotadura en forma de U por la cual el viento, como si saliera de un beso, emite el sonido, el ritmo y el sentimiento de dulzura y alegría a la vez.
La palabra inicia por quinqué, aquella lamparilla que observábamos todavía en las casas de los abuelos ya hoy marchitos aquí y florecientes en el más allá. Un farol para dar luz, alimentado por aceite a través de una mecha que se consumía por el fuego vivaz ante los juegos de los nietos. Actualmente apreciamos al quinqué como decoración y añoranza del arte del pasado, farol estilizado en el presente, pero funcionando según el futuro, sin aceite, sin mecha, aunque igual guiando el camino a seguir.
Quinquenio es un lustro, en el que se guisan cinco años. Proviene del latín lustrum, haciendo referencia a lo limpio y puro. Así, pureza es lo que se lleva en el alma de la infancia, y en la propia naturaleza de cada ser concebido.
Esos cinco años de tiempo, aunque cortos, abarcan toda una etapa de vida. En la niñez, se perciben los más impresionables cambios. Aprender a hablar, a caminar, a identificar a la familia y quizá también, aprender a amar. Una bebé da todo, y recibe todo. Nosotros, crecidos, con unos cuantos lustros más encima, acompañamos sus primeros pasos con ese quinqué de luz que va de ida y de vuelta. Tomamos esas tiernas manos, las paseamos por un andén, creyendo que al decirles cómo razonar, enseguida obrarán. Nos perdemos sin saber, que es aquella niña quien delicadamente guía, y que un quinquenio es suficiente para hacer de maestra ante los demás.
Con cinco años una personita puede iluminar. En ese lu[z]tro, ser precisamente la luz de un quinqué en melodía flotante de una quena. Así eres Eva, pequeña mujer aún, de un quinquenio de besos, caricias, risas, y amor. Cada día una maestra, cada noche una estrella de cinco puntas lumbreras. Hay poesía por tu existencia, fuerza en tu corazón. Sigue guiando mi camino con todo tu fulgor. Enséñame a vivirte y por un tiempito más, vive en mí. Así, cerquita, en susurro. Si nos perdemos nos buscamos y al encontrarnos, jamás soltarnos. Que venga un quinquenio de cinco lustros más hacia la eternidad para apreciar el repertorio de tus experiencias. (O)