Plomo en la leche

La industria alimenticia, por sí misma debe esforzarse al máximo por cumplir con estándares de calidad en sus productos para consumo humano.

Cuanto le exijan los organismos de control, las normas internacionales, deberían ser adicionales a aquel cumplimiento.

Todo eso es dable siempre y cuando prime, más allá del lucro legítimo, la conciencia, el respeto al prójimo y la integridad moral.

Ya hubo una primera alarma y preocupación cuando se conoció la contaminación con plomo de la canela molida, de ciertas ensaladas y mermeladas.

Ahora vuelve el temor por altas concentraciones de aluminio y plomo en la leche en fundas y cartones, comercializada en Cuenca, Quito y Guayaquil.

Los estudios para tal conclusión los hizo la especialista en análisis de alimentos, Jenny Ruales, de la Escuela Politécnica Nacional (EPN), y publicado en la revista Archivos Latinoamericanos de Nutrición (ALAN).

Hay un dato adicional importante: la región de donde provinieron las muestras tiene impacto sobre el grado de contaminación con plomo, y se recomienda hacer un estudio de las causas.

Azuay, Cañar y otras de la sierra son provincias ganaderas en mayor o menor medida, abasteciendo a las grandes empresas lácteas.

La pregunta es ¿en cuál eslabón de la cadena productiva se produce la contaminación?

Las autoridades de control deben despejar esta y otras dudas, caso contrario la información así por así abona a la incertidumbre, a la preocupación de los consumidores, si bien la ingesta de leche y sus derivados no es tan recomendada por la medicina, ni siquiera pretextando la necesidad de calcio.

Médicos especialistas consultados por este diario confirman los daños a la salud humana producidos por el plomo, entre ellos la anemia y afectación al sistema gástrico.

No se trata de alarmar ni causar daño indirecto a nadie; pero sí exigir precisiones a los entes de control. Los consumidores tienen derecho a conocer la verdad.