Acuerdo de almas

CON SABOR A MORALEJA Bridget Gibbs Andrade

Dicen que es una leyenda, pero yo creo que es una realidad. Antes de venir a la Tierra a vivir la experiencia de ser humanos, firmamos un acuerdo de almas.

Cada una escogemos minuciosamente las vivencias que queremos experimentar en esta encarnación. La mayoría elegimos aprender de la relación de pareja, otras a través de la soledad y el desapego, algunas sirviendo a la sociedad desde distintas áreas y muchas decidieron que obtener riqueza material sería su propósito. Y como si se escogiera un papel en una obra de teatro, todas elegimos nuestras misiones. Se realizó una reunión para convenir cómo nos interrelacionaríamos entre almas. Cada una recibimos un rol: la obra de nuestra vida. Y vinimos al mundo, a través de nuestra madre…

Varias almas coincidimos en la misma familia y somos hermanos. Otras se encontraron en el patio del colegio y su compañerismo y amistad se prolongará hasta que la muerte los separe. A otras les tocó conocerse en la adultez; acordaron verse en la fiesta de un amigo y enamorarse. Hubo quienes tendrían papeles ínfimos en la vida de la otra. Serían el taxista que apareció de la nada y la llevó al hospital luego de aquel accidente de tránsito; o el médico que la atendió cuando perdió a su bebé; o el desconocido que se ofreció en pagarle la cuenta del supermercado cuando a esta no le alcanzó el dinero para hacerlo.

En la obra de teatro que es la vida nada, absolutamente nada, es casual. Se tienen asignados los papeles, pero no el guion. Cada uno crea sus diálogos y asume la responsabilidad de sus acciones. A veces, es complejo entender qué vinimos a aprender de las personas que forman parte de nuestro entorno cercano. Pero nuestra alma sí lo sabe. De tiempo en tiempo nos manda recaditos que llamamos intuición. Conforme peregrinamos por la experiencia humana, muchas almas entendemos que existe un acuerdo tácito de continuar juntas para ayudarse a progresar y evolucionar.

Pero también se dan casos en los que las almas terminan abruptamente una relación por desacuerdos puramente terrenales. Ante todo, tenemos libre albedrío. Ningún vínculo se puede decretar como un éxito o un revés. El sólo hecho de interactuar con otros, de conocer sus fortalezas e inseguridades y adentrarnos en los recovecos de su alma, vuelve cualquier relación en una ganancia. Cada encarnación en la que se participa, añade luz a nuestra conciencia.

Al final y a pesar de los altibajos de la vida, sólo nos queda agradecer a las almas con las que nos hemos encontrado, por respetar el trato que hicimos de ante mano… (O)