Nada Tenemos que Envidiar

Andrés F. Ugalde Vázquez

En cuanto a transporte aéreo, nada tenemos que envidiar al resto del mundo. Así que, para aquellos viajeros internacionales, ávidos por conocernos, me permito aquí un breve resumen.  Empezando por desechar la idea de que a los pasajeros les preocupa el precio, bastante razonable, siempre y cuando reserve su vuelo con varios meses de antelación. Para los demás, aquel insignificante 90% de usuarios, pues quedan los exorbitantes precios de la tarifa regular.

Una vez comprado el ticket, pues llegar puntualmente al terminal aéreo y esperar pacientemente los 40 minutos de retraso con los que saldrá el vuelo. Ya una vez dentro de la aeronave, espere con paciencia a que el señor que viaja a su lado logre introducir a viva fuerza la descomunal maleta que lleva como “equipaje de mano” en los minúsculos compartimentos sobre su cabeza, tome asiento y espere a que el capitán ordené apagar todos los teléfonos celulares. Observará que nadie hace ningún caso.

Lo que viene después, durará cosa de 40 minutos. Disfrute a su derecha (si le toco ventana) la vista del Chimborazo. Lindo ese volcán. No olvide solicitar a la azafata un vaso de café hirviente que podrá derramar sobre su camisa en el siguiente sacudón. Espere unos minutos más para el movido aterrizaje que, sin embargo, en nada se compara con el espectacular frenazo que experimentará en su regreso a Cuenca y el desesperado intento del piloto por frenar antes de llegar al parque de San Blas. No olvide, una vez concluida la hazaña, unirse a la tripulación para dedicarle al piloto una cerrada ovación.

¡Tierra al fin! Y uno podría ponerse contento, salvo que, tratándose de Tababela, el viaje recién comienza. Y si está en Guayaquil porque le van a robar las maletas. Y si está en Latacunga… ¿Y usted para que quiere ir a Latacunga?

Claro, recuerde que siempre hay una alternativa, como es folklórico viaje en bus, incluido asalto en el Terminal, catorce horas de bachata, city tour en Chunchi, carrera de buses en Riobamba, seco de pollo en Ambato y chuma del chofer en Salcedo. Grata experiencia que, en otro momento, también relataremos…

¡Buen viaje! (O)