Ecce Homo

Andrés F. Ugalde Vázquez.

Bien. Hablemos de la Semana Mayor. Y no. No pretendo, pues no es el momento apropiado, proponer un debate religioso. Lo que sí pretendo, en cambio, es hablar sobre los profundos significados que se esconden detrás de estas tradiciones. Y esto dicho por quién, ajeno por completo a la religión, usualmente prefiere mantenerse lo más alejado de posible de estos temas espinosos.  Y será la distancia, precisamente, la que permite hacer las preguntas que son difíciles para quienes habitan la religión como un hogar cotidiano. Preguntas que indagan las enseñanzas se esconden detrás de esta conmovedora historia de amor, coraje y entrega que un Galileo protagonizó hace más de dos milenios.

Desde aquel jueves, preludio de la captura, donde (según el Evangelio de San Juan), aquel al que llamaban «Maestro» realiza un acto reservado a los esclavos: el lavatorio de los pies. Hermoso gesto que elimina de un plumazo las castas y jerarquías, poniendo de manifiesto que «… el señor no es más que su siervo, ni el enviado más que quien lo envió».  Acto que continúa con la cena, donde el Cristo convierte su cuerpo en alimento. Hecho simbólico (difícilmente histórico), que narra el milagro alquímico de la entrega total, cuando el maestro se convierte en alimento de su aprendiz, pues aunque mortal es el cuerpo, no lo son así las ideas.

Termina este jueves con la profunda meditación del Monte de los Olivos. Ayuno del espíritu y símbolo de la consciencia y de ese tan necesario silencio interior, necesario para enfrentar el trago amargo que todos tenemos reservado, con la serenidad y la paz de quien sabe que la esencia del hombre no puede ser dañada, aunque lo sea el cuerpo. Expresión última del viernes, símbolo de la muerte, vencida el domingo siguiente cuando se celebra el milagro central de todas las religiones: la Resurrección. Hecho simbólico (nunca histórico), de morir para permanecer.

Ecce Homo. “He aquí el Hombre”. Esas las palabras con las que Pilato presenta al Cristo ante la historia. He aquí el hombre, débil y contradictorio, que es sin embargo capaz de la grandeza. Ecce Homo. He aquí el Hombre… (O)