Conflicto diplomático

Un inesperado conflicto diplomático ha ocurrido entre Ecuador y México a raíz de las desatinadas declaraciones del presidente Manuel López Obrador.

Para el mandatario mexicano, el asesinato del entonces candidato presidencial del Ecuador, Fernando Villavicencio, ocurrió de “manera extraña”.

Comulgando con la tesis del correísmo, cuyo ideario comparte, según López Obrador a Villavicencio lo asesinaron para impedir el triunfo de Luisa González, responsabilizando del magnicidio al movimiento político de la excandidata.

López trajo a colación aquel hecho repudiable, tras el asesinato de una candidata a la alcaldía de Celaya en Guanajuato, por cuya cobertura y crítica por la ola de violencia en México, atacó a la prensa, como ya es habitual en él.

El Gobierno de Daniel Noboa reaccionó de manera tajante, declarando persona “non grata” a la embajadora de México en Ecuador, Raquel Serur, quien deberá abandonar de inmediato el país.

La Cancillería ecuatoriana invocó el principio de “no intervención” en asuntos internos de otro país y la Convención de Viena.

Posiblemente López Obrador reaccione de la misma manera y “expulse” al embajador ecuatoriano, con lo cual bien podría romperse las relaciones diplomáticas, si bien este no es el deseo de Daniel Noboa.

El “impasse” ocurre cuando el exvicepresidente Jorge Glas, por no enfrentar la justicia ingresó en calidad de huésped a la embajada mexicana y luego solicitó asilo político, aún sin respuesta.

Un mes atrás, esa embajada negó el ingreso de la Policía para arrestar a Glas.

Si bien son dos problemas distintos, de pronto México termina otorgando el asilo, con lo cual se ahondaría el lío diplomático. Correspondería al Gobierno de Ecuador otorgar o no el respectivo salvoconducto.

El presidente de un país es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios; pero, en el caso de López Obrador, no mide las consecuencias y sólo por su bronca contra la prensa.