La deserción escolar

En el Ecuador, la deserción escolar crece. Las estadísticas las tiene el Ministerio de Educación.

Una vez difundidas, por lo general cuando comienza un nuevo año lectivo, abundan los diagnósticos para reconfirmar las causas.

Según un informe de ese Ministerio, durante el año lectivo 2023-2024 en planteles de ocho provincias de la Costa y Galápagos, comparando con el del periodo anterior, no se matricularon 64.024 estudiantes.

En los de la Sierra y Amazonía no se matricularon 38.238 alumnos. De acuerdo al Ministerio, es la estadística más baja de los últimos seis periodos académicos, lo cual no significa gran cosa, considerando la magnitud del problema y sus repercusiones.

Para los especialistas, se trata de un “problema multicausal”, una de cuyas aristas bien puede ser la inseguridad, en especial en la Costa, donde directivos y padres de familia han exigido al Gobierno mayor protección policial

Ante el inminente peligro, la opción, si bien no la mejor, es retirar a los alumnos de los planteles donde se educan, en especial en zonas urbano marginales de ciudades tomadas por el crimen organizado.

Para el Ministerio, otras tres causas son la falta de dinero, la movilidad y el trabajo infantil, las tres relacionadas con la pobreza, la violencia y la migración.

Los paupérrimos ingresos de cientos de miles de hogares ecuatorianos no les permiten a los padres dar a sus hijos una educación completa, ni siquiera a nivel primario; y, como derivación, someterlos al trabajo infantil, visible en varias ciudades del país donde pululan menores llegados de las zonas rurales.

Para los especialistas, la movilidad debe entenderse por la cantidad de estudiantes de Colombia, Venezuela y Perú. No siempre es la misma; pues los padres cambian de ciudad en busca de mejor vida.

Si la deserción escolar se la toma únicamente como estadística, sin aplicar verdaderas políticas de Estado para resolverla, con el debido financiamiento, se seguirá marchando en el mismo terreno. (O)