Un albañal el Tercer Poder

Edgar Pesántez Torres

No resulta nada sencillo mantener una tribuna abordando un mismo tema, que para muchos será empalagoso y hasta deseado de ser expulsado del debate público. Entonces, hacerse oír entre el enjambre aturdidor que trata de mantener a la comunidad enzarzados en demogrescas estériles, siempre dentro del marco mental de las ideologías en liza, es una tarea ingrata. No obstante, la responsabilidad obliga a dejar de ser displicente y vocalizar lo que dicta la conciencia.  

Y qué importa si alguien dice que esta voz es insignificante y, aún más, que reiterar en el mismo tema es clamar en el desierto. A propósito, D. Miguel de Unamuno en “El sentimiento trágico de la vida” se pregunta ¿Cuál, es pues, la nueva misión de don Quijote hoy en este mundo? Y se responde: Clamar, clamar en el desierto. Pero el desierto oye, aunque no oigan los hombres, y el clamor se torna en agua para convertir ese desolado en coro que ensordezca el poder de la justicia.

Ya no impresiona que el Poder Judicial (más propio llamar Función Judicial) se haya convertido en un albañal, si nunca fue merecedor de reconocimiento por sus fraudes procesales.  En esta Función han cohabitado una legión de papanatas y abyectos. Con Metástasis y Purga se ha destapado la olla de funcionarios de la justicia, muchos de ellos una ruma de grillos desalmados:  jueces y fiscales pícaros.

Pero falta desnudar a los notarios, de quienes nadie dice nada. Hasta allá llega la metástasis, porque ahí se legalizan los bienes mal habidos a través de oficinistas enquistados, heredados o extendidos sus periodos por negligencia en efectuar los concursos. Hace poco tiempo se denunció a una notaría de La Troncal, en donde se refrendaban bienes multimillonarios de la narcopolítica y narcotraficantes.

En la notaría de Carcelén-Quito, acuden estafadores de todo jaez para legalizar sus pillerías. Ahí el caso del local Zona Pro, en donde se estafó con decenas de vehículos y muchos acudieron a la notaría 51 a revalidar los robos. Su titular tiene una veintena de demandas por delitos de estafas, falsificación y uso de documentos falsos, violación de propiedad privada, daños materiales, difusión de información de circulación restringida…, sin embargo, el fedatario sigue orondo en su poltrona, dando fe de tanto latrocinio.  

Juristas de nombradía saben de este caso, como un académico y prestigioso ex funcionario de carrera de la Corte Suprema de Justicia. ¡Es hora que estos notarios sean llamados por la FGE! (O)